Misión imposible: por qué el alquiler o la compra de una vivienda se ha convertido en un lujo en España

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23/10/2025 - 12:00
Imagen de una calculadora, billetes de 100 euros y una casa

Lectura fácil

Acceder a una vivienda digna y asequible es un derecho reconocido en la Constitución y el pilar fundamental sobre el que se construye cualquier proyecto de vida. Sin embargo, para una inmensa mayoría de la población en España, especialmente para los jóvenes y las familias trabajadoras, este derecho se ha transformado en una quimera, una misión casi imposible. La sensación de que el esfuerzo de un trabajo estable ya no es suficiente para pagar un alquiler, y mucho menos para plantearse una hipoteca, se ha convertido en una fuente de frustración y en uno de los principales motores de la desigualdad social en España.

El problema no es una percepción, es una realidad matemática. Durante la última década, hemos sido testigos de una divergencia dramática: mientras los salarios han permanecido prácticamente estancados o han crecido de forma muy tímida, el precio de la vivienda, tanto en alquiler como en compra, se ha disparado de forma exponencial. Esta brecha es la crónica de una crisis silenciosa que está rediseñando nuestras ciudades y ensanchando la distancia entre quienes pueden permitirse un hogar y quienes se ven expulsados a la periferia.

La gran brecha, una década de salarios congelados y precios por las nubes

Para entender la magnitud del problema, basta con observar los datos. Si imaginamos un gráfico con dos líneas que parten juntas en 2015, una representando el salario medio en España y otra el precio medio del alquiler, veríamos un retrato desolador. La línea de los salarios se mantendría casi plana, con una leve inclinación hacia arriba. En cambio, la línea de los precios de la vivienda dibujaría una escalada vertiginosa, creando un abismo cada vez mayor entre ambas.

Según datos de diversos portales inmobiliarios y del Instituto Nacional de Estadística (INE), mientras el salario medio apenas ha variado en términos reales (descontando la inflación), el precio del alquiler en grandes capitales como Madrid, Barcelona, Valencia o Málaga ha aumentado más de un 50 % en el mismo periodo. La compraventa sigue una tendencia similar. Esto ha provocado que la tasa de esfuerzo —el porcentaje del sueldo que una familia destina a pagar la vivienda— se haya disparado. Si hace una década rondaba el 30 % recomendado por los expertos, hoy en día para muchos jóvenes supera el 50 %, 60 % o incluso más, convirtiendo la emancipación en una utopía y el ahorro en una fantasía.

El rediseño de las ciudades desiguales

Las consecuencias de esta asfixia económica van más allá de la dificultad para llegar a fin de mes. Estamos presenciando un proceso de expulsión silenciosa que está reconfigurando la geografía social de nuestras ciudades. Los centros urbanos, tradicionalmente espacios de mezcla social, se están convirtiendo en cotos privados para rentas altas, turistas y fondos de inversión.

Los jóvenes que crecieron en un barrio ya no pueden permitirse vivir en él. Las familias trabajadoras se ven obligadas a mudarse a municipios dormitorio cada vez más lejanos, con lo que ello implica: más tiempo en transporte público, menos conciliación y un desarraigo de sus redes comunitarias. Este fenómeno, a menudo denominado gentrificación, no es un proceso natural, sino el resultado de un mercado que prioriza la vivienda como un activo de inversión y no como un derecho fundamental.

La crisis del alquiler y la compra de una vivienda se ceba especialmente con los colectivos más vulnerables. Personas migrantes, familias monomarentales y trabajadores con contratos precarios son los primeros en ser expulsados, creando ciudades cada vez más segregadas, con "barrios de ricos" y "barrios de pobres", un caldo de cultivo perfecto para la fractura social.

¿Por qué hemos llegado hasta aquí? Hablemos de las causas de una crisis anunciada

La situación actual no es fruto de la casualidad, sino de una tormenta perfecta de factores económicos y políticos:

  • Falta de oferta de vivienda pública: España se encuentra a la cola de Europa en parque de vivienda social y asequible, lo que deja a la inmensa mayoría de la población a merced de las fluctuaciones del mercado libre.
  • Turistificación y especulación: La proliferación de pisos turísticos ha reducido drásticamente la oferta de alquiler residencial en los centros de las ciudades, disparando los precios. Además, la vivienda se ha consolidado como un activo refugio para grandes fondos de inversión, que compran edificios enteros para alquilar, tensionando aún más el mercado.
  • Precariedad laboral: La ecuación es insostenible. Un mercado laboral basado en la temporalidad y los bajos salarios es incompatible con un mercado inmobiliario con precios de capital europea.

En definitiva, la crisis de alquiler, compra y acceso a la vivienda es mucho más que un problema económico; es el principal obstáculo para la emancipación juvenil, la formación de nuevas familias y la cohesión social. Afrontarla requiere de políticas valientes y sostenidas en el tiempo que logren equilibrar la balanza, para que tener un hogar deje de ser un lujo y vuelva a ser, simplemente, un derecho.

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