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Bajo el lema "Nuestras necesidades básicas cotidianas", la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos invitó a personas de todo el mundo a escribir qué aspectos valoran más en su día a día y que desearían que todas las personas pudieran disfrutar.
Las respuestas, abarcan desde el amor hasta la educación para todos y ponen en primer plano una idea: los derechos humanos se viven en lo concreto, no solo en los textos legales.
Una declaración viva y multilingüe
El Día de los Derechos Humanos se conmemora cada 10 de diciembre, fecha en la que en 1948 se aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos con sus 30 artículos, que establecieron por primera vez un marco común de protección frente a abusos como la esclavitud y la discriminación.
Ese documento, que hoy se considera la base del sistema internacional de derechos humanos, es además el texto más traducido del mundo, con 577 versiones en distintos idiomas, lo que ilustra su vocación universal.
Entre los testimonios recogidos destacan los que ponen el acento en la dignidad y el reconocimiento. Desde Pakistán se habla de “ser humano con todos los seres”, en Serbia se subraya la importancia del acceso a la justicia para que todas las personas puedan ser escuchadas, mientras que otras voces insisten en que todas las mujeres deben vivir sin miedo, con respeto y dignidad, o en el derecho a “hablar sin miedo”, como se reivindica desde India.
Estas demandas conectan con artículos como el 11, que garantiza la presunción de inocencia, y el 19, que protege la libertad de opinión y de expresión, considerados esenciales para una vida en dignidad.
Deporte, canto, derecho al descanso, un hogar seguro, salud, entorno y bienestar integral
El ocio y el tiempo libre aparecen como otra dimensión clave de los derechos humanos. Personas del Reino Unido mencionan la libertad de explorar y disfrutar la naturaleza caminando, acampando o escalando con seres queridos, mientras que en Suiza se valora la posibilidad de practicar deporte y conversar con amigos y en Estados Unidos se celebra poder asistir a clases de baile tras la jornada laboral; desde Rusia se destacan los momentos compartidos con la familia y los más pequeños.
Estas escenas se relacionan con el artículo 24 de la Declaración, que reconoce el derecho al descanso y al ocio, la limitación razonable de la jornada de trabajo y vacaciones periódicas pagadas, condiciones necesarias para equilibrar vida familiar y laboral.
La seguridad aparece ligada, en muchos casos, a la idea de hogar. Algunas personas señalan que su casa es el espacio donde se sienten protegidas y expresan el deseo de que todo el mundo cuente con un lugar seguro para vivir, mientras que otras resumen su aspiración en “vivir en paz” o en disponer de “un techo sólido” sobre sus cabezas, como se expresa desde Corea.
Esas preocupaciones encuentran respaldo en el artículo 3 de la Declaración Universal, que consagra el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de la persona, abarcando tanto la integridad física como la estabilidad del entorno cotidiano.
La salud y el bienestar, entendidos de forma amplia, también ocupan un lugar central en las respuestas. Desde Canadá se valora el acceso a un suministro de agua limpia, gratuita y constante, mientras que en Suiza se reclama un entorno seguro, limpio, saludable y sostenible; en Líbano se destaca la importancia de poder acceder a los medicamentos necesarios y en Francia se resume el anhelo en el deseo de “buena salud”. Todos estos elementos remiten al artículo 25, que reconoce el derecho a un nivel de vida adecuado para asegurar la salud y el bienestar de la persona y su familia, incluyendo alimentación, vivienda, vestido y asistencia médica.
Educación como motor de empoderamiento
La educación se presenta como una herramienta decisiva para el cambio social y el ejercicio de otros derechos. Entre las respuestas se repite la idea de que todos los niños deberían recibir educación sin discriminación, que el acceso al aprendizaje permite comprender la historia y pensar el futuro, como se subraya desde Australia, y que la educación empodera y debería estar al alcance de todas las personas, según se afirma desde Afganistán.
Esa visión se corresponde con el artículo 26 de la Declaración, que consagra el derecho a la educación y la vincula con la promoción del respeto a las libertades fundamentales.
Un mosaico global de necesidades compartidas
En conjunto, se traza un mosaico global en el que se repiten temas como la dignidad, la seguridad, la salud, el descanso, la naturaleza, la educación y los vínculos afectivos, más allá de las fronteras geográficas.
La Declaración Universal deja ver cómo un documento adoptado hace más de siete décadas sigue influyendo en experiencias tan comunes como practicar deporte, cantar, disfrutar de la familia o reclamar el derecho a expresarse sin miedo. La campaña recuerda que esas “necesidades básicas cotidianas” no son un lujo, sino el núcleo mismo de los derechos humanos que la comunidad internacional se ha comprometido a garantizar para todas las personas.
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