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Los millones de personas que viven en áreas urbanas españolas cuentan con un servicio local a una media de 2,5 kilómetros de sus hogares, mientras que en el campo han de desplazarse hasta 9 kilómetros para subirse al transporte público. Así lo ha destacado, entre una ensalada de datos, la secretaria general de Movilidad Sostenible, Sara Hernández del Olmo. El informe sirve de base para la estrategia en que trabaja el ministerio de Óscar Puente en busca de atajar las dificultades de uso del transporte público, ya sean por causas económicas, geográficas, sociales, de fiabilidad del modo de transporte o de limitación de las infraestructuras.
Otro apunte que habla a las claras de la existencia de desigualdades es el del tiempo empleado para llegar al puesto de trabajo: un 73,2 % de los ciudadanos que viven en la España rural lo hacen en menos de 30 minutos, bajando esa cuota al 61,8 % en el caso de los urbanitas, lo que se explica por las mayores distancias a recorrer y la congestión diaria en la ciudad. En general, diez de cada cien ciudadanos tardarían más de 20 minutos en llegar a un centro médico.
El informe, que emana del Observatorio del Transporte y la Logística en España, se fija en el gasto por hogar dedicado al transporte (asequibilidad) y sentencia que los más vulnerables son, a la vez, más cautivos de los modos colectivos para sus traslados. También sale a la luz que en las áreas rurales se gasta una mayor porción del presupuesto anual dedicado al transporte debido a la dependencia del vehículo particular. Eso cuando se tiene coche, porque un 13 % de la población con menos ingresos carece de él.
El hecho es que los vecinos de los pueblos dedican a la movilidad el 14,1 % de su presupuesto anual, con 4.214 euros por hogar y año, mientras que en la ciudad se reserva una media del 10,6 % de los ingresos anuales: 3.549 euros por hogar. En cuanto a la posesión de vehículo propio, en los pueblos se alcanza una cuota de 698 vehículo por cada 1.000 habitantes, bajando a 470 coches en entornos urbanos.
Vivir en la ciudad: más cerca, más barato… pero más lento
La vida en la ciudad tiene muchas ventajas: mayor acceso a servicios, amplia oferta de ocio y, sobre todo, una red de transporte público más densa y económica. Sin embargo, también presenta un punto débil importante: el tiempo que se invierte en los desplazamientos diarios.
Según diversos estudios de movilidad urbana, los habitantes de las grandes ciudades gastan menos dinero en transporte en comparación con quienes viven en zonas rurales o en la periferia. Esto se debe a que tienen más opciones de transporte público y distancias más cortas a servicios básicos como centros de salud, educación o trabajo.
Transporte más accesible, pero no necesariamente más rápido
Aunque se paga menos, el tiempo medio de desplazamiento en ciudad tiende a ser mayor. El tráfico, las paradas frecuentes y la congestión en las horas punta pueden hacer que un trayecto relativamente corto se alargue considerablemente.
Por ejemplo, en ciudades como Madrid o Barcelona, la media de tiempo de desplazamiento diario puede superar los 50 minutos, especialmente para quienes viven en los barrios más alejados del centro. Este tiempo puede aumentar aún más en días de huelga, lluvias o eventos especiales.
¿Qué influye en la calidad de vida urbana?
La paradoja urbana es clara: aunque hay más infraestructuras y servicios, el estrés del tráfico y la sobrecarga de las redes de transporte pueden afectar a la salud y al bienestar. Además, el ruido, la contaminación y la sensación de estar siempre “corriendo” pueden reducir la calidad de vida.
Sin embargo, la ciudad también ofrece oportunidades únicas: poder ir andando o en bici a muchos sitios, mayor independencia para personas mayores o con discapacidad, y una vida social y cultural mucho más activa. Apostar por políticas de movilidad sostenible, mejorar la interconexión entre barrios y fomentar el teletrabajo pueden ser claves para lograr un equilibrio real.
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