
Lectura fácil
En la ecuación de la sostenibilidad y la economía circular, hay una variable que España todavía no ha conseguido despejar con éxito: la gestión de la fracción de residuos que no se puede reciclar. Cada año, millones de toneladas de desechos acaban en vertederos, un modelo insostenible que contamina el suelo, emite gases de efecto invernadero y supone un inmenso desperdicio de recursos. La solución a este problema existe y tiene un nombre: la valorización energética o waste-to-energy, el proceso que permite convertir estos residuos en una valiosa fuente de energía.
Sin embargo, para que España pueda sumarse de forma decidida a esta revolución, se enfrenta a un doble y monumental desafío. Por un lado, la necesidad de realizar una fuerte inversión para desarrollar y modernizar las infraestructuras tecnológicas. Y por otro, un reto tanto o más complejo: encontrar y formar a los profesionales cualificados capaces de diseñar, construir y gestionar estas plantas.
Más allá del reciclaje: ¿qué es la valorización energética?
Es fundamental entender que la valorización energética no compite con el reciclaje, sino que lo complementa. Es el último eslabón de una gestión de residuos jerárquica y eficiente. Una vez que hemos separado y reciclado todo lo posible (vidrio, papel, plásticos, materia orgánica para compost), siempre queda una fracción de "rechazo". La valorización energética consiste en someter estos residuos no reciclables a procesos térmicos controlados para generar electricidad, calor o biocombustibles.
Las principales tecnologías son:
- Incineración con recuperación de energía: Es el método más extendido. La combustión de los residuos genera un calor que se utiliza para calentar agua, producir vapor y mover una turbina que genera electricidad.
- Gasificación y pirólisis: Son tecnologías más avanzadas que someten los residuos a altas temperaturas en ausencia de oxígeno, transformándolos en un gas sintético (syngas) que puede ser utilizado como combustible.
- Producción de biogás: A partir de la fracción orgánica de los residuos, se puede generar biogás mediante un proceso de digestión anaerobia, un combustible renovable que puede inyectarse en la red de gas natural.
Países del norte de Europa como Suecia, Dinamarca o Alemania son líderes en esta tecnología, llegando a importar residuos de otros países para alimentar sus plantas y reducir su dependencia de los combustibles fósiles.
El gran cuello de botella
Mientras que la inversión en tecnología es una cuestión de voluntad política y capital, la falta de profesionales cualificados es un problema mucho más profundo y estructural. La puesta en marcha y la gestión de una planta de valorización energética requiere de una nueva generación de perfiles altamente especializados que, hoy por hoy, escasean en España.
Se necesitan:
- Ingenieros especializados: Expertos en ingeniería química, industrial y de la energía, con conocimientos específicos en procesos de combustión, termodinámica y tratamiento de gases.
- Técnicos de operación y mantenimiento: Personal con formación profesional (FP) de alto nivel, capacitado para operar la maquinaria compleja, supervisar los procesos y realizar el mantenimiento preventivo de la planta.
- Expertos en regulación y medio ambiente: Profesionales que conozcan la estricta normativa ambiental que regula las emisiones de estas plantas y que sean capaces de garantizar su cumplimiento.
- Analistas de datos y gestores de logística: Para optimizar la entrada de residuos y la producción de energía.
El sistema educativo español, tanto a nivel universitario como de formación profesional, todavía no ha desarrollado itinerarios formativos lo suficientemente específicos para cubrir esta demanda creciente.
Un desafío que es también una oportunidad
Afrontar estos dos retos no es solo una necesidad para mejorar nuestra gestión de residuos; es una oportunidad estratégica para el país.
- Impulso a la economía circular: Desarrollar un sector potente de valorización energética reduciría nuestra dependencia de los vertederos, alineándonos con los objetivos del Pacto Verde Europeo.
- Soberanía energética: La energía generada a partir de nuestros propios residuos es una fuente de energía autóctona y gestionable, que reduce la necesidad de importar combustibles fósiles.
- Creación de empleo verde y cualificado: El diseño, la construcción y la operación de estas plantas generarían miles de puestos de trabajo de alto valor añadido, especialmente en zonas industriales y rurales.
Para que esta oportunidad se materialice, se necesita una colaboración estrecha entre la administración pública, las empresas del sector y el sistema educativo. Es urgente adaptar los planes de estudio, crear nuevos grados de FP y programas de máster especializados, y fomentar la formación continua de los profesionales. Solo así podremos asegurar que, cuando las plantas del futuro se construyan, tengamos el talento necesario para ponerlas en marcha.
Añadir nuevo comentario