La ayuda humanitaria bloqueada condena a la población gazatí al hambre

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01/09/2025 - 12:00
Reparto de comida aéreo en Gaza

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La reciente declaración de hambruna en Gaza por parte de la ONU no es una sorpresa para las organizaciones humanitarias que operan en la Franja. Como ha explicado Natalia Anguera, responsable de Operaciones en Oriente Medio de Acción contra el Hambre, esta etiqueta solo ha “oficializado” una tragedia que ellos han venido documentando desde hace meses. La esperanza es que esta declaración sirva para movilizar a los gobiernos internacionales, facilitando la entrada urgente de alimentos y medicinas.

La cruel amenaza del hambre

Anguera ha descrito cómo el hambre, en su sentido más amplio —sin un techo seguro, sin acceso a agua ni a alimentos suficientes—, se ha convertido en una de las formas de opresión más "mortíferas e indignas" para la población gazatí.

Esta declaración de hambruna es un evento excepcional, que apenas se ha producido en cuatro ocasiones en los últimos años, todas ellas en África. La última, en Sudán. Es un indicador de la gravedad extrema de la situación. La hambruna que sufre la población ha superado los niveles más alarmantes, y sus efectos son devastadores.

Un sistema de ayuda fallido

La ayuda humanitaria, vital para la supervivencia de miles de personas, ha entrado en la Franja con cuentagotas. Desde el 2 de marzo, poco después del alto el fuego oficial, la distribución se ha visto bloqueada o suspendida. La responsable de Acción contra el Hambre ha denunciado que el sistema de reparto no ha sido el diseñado por las Naciones Unidas y las ONG, sino un modelo "militarizado" que apenas cuenta con cuatro puntos de distribución para toda la Franja.

Esta caótica organización ha provocado incluso víctimas, vulnerando los principios humanitarios básicos. La principal víctima es el pueblo, que soporta la angustia del hambre.

El desplome de la producción local

El conflicto ha provocado un colapso total en la capacidad de Gaza para producir sus propios alimentos, a pesar de su clima y tierra fértil. Anguera ha citado cultivos como fresas, tomates y otras verduras que, antes del conflicto, eran la base de la producción agrícola local. De igual manera, la pesca, una de las principales fuentes de alimento, se ha vuelto prácticamente imposible debido al riesgo mortal para quienes se atreven a faenar. La falta de acceso a alimentos frescos y locales agrava aún más la situación de hambre entre la población.

Frente a este escenario de desesperación, la organización ha centrado sus esfuerzos en tres áreas clave: la distribución de agua potable, el apoyo al riego en las zonas donde ha sido posible, y la detección y el tratamiento de la desnutrición aguda. Este último punto es especialmente crítico, ya que se han enfocado en niños y niñas menores de 5 años y en mujeres embarazadas y lactantes. Anguera ha alertado de que un 25 % de las embarazadas sufre desnutrición, lo que impacta gravemente tanto en su salud como en la de sus bebés, quienes a menudo nacen con bajo peso y un severo déficit de nutrientes.

No podemos normalizar el horror

Natalia Anguera ha insistido en la importancia de mantener la visibilidad de la crisis para no "normalizar el horror". Ha agradecido a los medios de comunicación por dar voz a la situación y ha solicitado el apoyo de la sociedad a través de donativos o como socios de la ONG. El hambre que sufren los gazatíes es un problema que requiere la atención de todos.

La labor del personal local de la ONG es un ejemplo de compromiso inquebrantable, ya que continúan trabajando a pesar de las precarias condiciones y la falta de recursos. En un contexto que Anguera ha calificado como uno de los más difíciles, el número de trabajadores humanitarios fallecidos "habla por sí mismo".

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