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La contaminación por microplásticos ha alcanzado niveles preocupantes en los ríos de Europa, según una investigación sin precedentes coordinada por el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia. Este trabajo, considerado uno de los más ambiciosos realizados hasta la fecha en el continente, ha sido publicado de manera simultánea en catorce artículos dentro de la revista Environmental Science and Pollution Research. La conclusión principal es clara y alarmante: todos los grandes ríos europeos analizados contienen este contaminante.
Jean-François Ghiglione, experto en ecotoxicología microbiana marina del CNRS, lideró este estudio iniciado en 2019. La investigación involucró a 40 científicos –químicos, biólogos y físicos– procedentes de 19 laboratorios, junto con estudiantes de doctorado y posdoctorales. Juntos llevaron a cabo una extensa recolección de muestras en los principales ríos del continente.
Una red fluvial contaminada por los microplásticos
El equipo estudió nueve grandes ríos europeos: el Elba, el Ebro, el Garona, el Loira, el Ródano, el Rin, el Sena, el Támesis y el Tíber. Las muestras se tomaron tanto en las desembocaduras como en puntos más internos, remontando los cauces hasta llegar a la primera gran ciudad asentada en sus márgenes. Esta metodología permitió observar cómo se distribuyen los microplásticos a lo largo del recorrido fluvial.
Según la química Alexandra Ter Halle, las partículas detectadas tienen menos de cinco milímetros, lo que las clasifica como microplásticos. Su origen es variado: desde fibras sintéticas desprendidas durante el lavado de ropa, hasta partículas derivadas del desgaste de neumáticos, o incluso fragmentos que se liberan al abrir envases de plástico. También se identificaron gránulos vírgenes de plástico, usados como materia prima en la industria.
Una amenaza cuantificable
Los resultados revelan que, en promedio, hay tres microplásticos por cada metro cúbico de agua en los ríos estudiados. Aunque esta cifra es menor que la de los ríos más contaminados del mundo, los científicos advierten que el volumen total sigue siendo significativo debido al caudal de los ríos europeos.
Por ejemplo, en Valence, el Ródano transporta 1.000 metros cúbicos de agua por segundo. Esto equivale a 3.000 partículas plásticas fluyendo cada segundo. En París, el Sena alcanza unas 900 partículas por segundo. Estas cifras ilustran el nivel de dispersión y persistencia del problema.
Invisibles pero más peligrosos
Uno de los descubrimientos más impactantes del estudio es que la mayor parte de la contaminación corresponde a microplásticos invisibles a simple vista. Mientras que los fragmentos más grandes flotan y pueden ser recogidos con relativa facilidad, las partículas más pequeñas permanecen en suspensión o se depositan en el fondo, siendo consumidas por organismos acuáticos sin ser detectadas. Esto no solo altera los ecosistemas, sino que introduce plásticos en la cadena alimentaria.
Además, en el río Loira se halló una bacteria virulenta adherida a un fragmento plástico, capaz de causar infecciones en humanos, lo que suma una preocupación sanitaria al problema ambiental.
“Lágrimas de sirena” y ciencia ciudadana
Un hallazgo adicional fue la identificación de gránulos industriales, conocidos como lágrimas de sirena. Estos no derivan del consumo humano directo, sino que son pellets utilizados en la fabricación de productos plásticos. Su presencia en los ríos se debe a vertidos accidentales o a su liberación durante procesos industriales. La identificación de estos materiales fue posible gracias al proyecto “El plástico bajo la lupa”, en el que participan más de 15.000 estudiantes de secundaria en Francia, quienes recolectan muestras anualmente en las riberas.
A pesar de la riqueza de datos, los investigadores evitaron clasificar los ríos por niveles de contaminación, ya que las diferencias entre ellos no fueron significativas. Tampoco se halló un vínculo directo entre la cercanía de grandes ciudades y una mayor concentración de microplásticos. “La contaminación es difusa y establecida. Viene de todas partes”, concluye Ghiglione.
Urge frenar la producción de plásticos
Frente a este panorama, los científicos hacen un llamado firme: es necesario reducir la producción global de plásticos. Basándose en la evidencia de que la producción está directamente relacionada con la contaminación, los investigadores instan a que las negociaciones internacionales, como las impulsadas por la ONU, prioricen acciones para limitar la creación de plásticos primarios.
El mensaje final es contundente: no se puede resolver el problema de los microplásticos únicamente limpiando los ríos. Se debe intervenir en la raíz del asunto: reducir el flujo de plásticos que entran en el medio ambiente. Sin un cambio estructural en la forma en que producimos y gestionamos el plástico, los seguirán fluyendo sin freno por las arterias de Europa.
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