El Océano Austral podría liberar un eructo de calor siglos después del enfriamiento global

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31/10/2025 - 18:00
Te explicamos qué puede ser el eructo de calor del Océano austral

Lectura fácil

Un hallazgo reciente del GEOMAR Helmholtz Centre for Ocean Research Kiel (Alemania) plantea un escenario inquietante y, a la vez, revelador sobre cómo los océanos podrían reaccionar en un mundo con emisiones negativas sostenidas. Según este estudio, el Océano Austral podría liberar un enorme pulso de calor almacenado en sus profundidades, desencadenando un fenómeno que los investigadores describen metafóricamente como un eructo de calor oceánico. Este proceso, aunque hipotético, tendría el potencial de revertir parte del enfriamiento global esperado durante varios siglos, generando un nuevo episodio de calentamiento que se prolongaría durante décadas o incluso siglos.

El estudio, publicado en la revista AGU Advances en 2025, analiza cómo los océanos funcionan como gigantescos acumuladores de energía térmica. Actualmente, aproximadamente el 90 % del exceso de calor generado por el cambio climático antropogénico ha sido absorbido por los océanos desde mediados del siglo XX, según datos del Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC, AR6, 2021). Gran parte de este calor termina en las profundidades del Océano Austral, una región que rodea la Antártida y que desempeña un papel esencial en la regulación del clima planetario.

Durante décadas, las aguas profundas del sur han actuado como un “sumidero” térmico estable. Sin embargo, los modelos del GEOMAR muestran que si la atmósfera se enfría de forma sostenida, ejemplo, debido a varias generaciones de políticas de emisiones negativas o geoingeniería climática, el gradiente térmico entre el fondo oceánico y la superficie podría invertirse. En ese punto, el calor atrapado tendería a ascender, emergiendo de manera relativamente abrupta, surgiendo así el eructo de calor oceánico.

El eructo de calor como metáfora climática

Los investigadores usaron la palabra eructo de calor (burp, en inglés) para ilustrar la magnitud y rapidez del proceso. No se trata de una simple liberación superficial de energía, sino de un reajuste global de la circulación oceánica, que movilizaría el calor almacenado durante siglos hacia la superficie. Según los autores, este fenómeno podría mantener temperaturas elevadas durante periodos largos, retrasando el ritmo de enfriamiento global al menos varias décadas.

La descripción del posible eructo de calor proviene de modelos de simulación de alta resolución que integran dinámicas atmosféricas y oceánicas, y que reproducen distintos escenarios de emisiones y retroalimentaciones térmicas. El artículo de acompañamiento publicado en Eos, la revista de la American Geophysical Union (AGU), destaca que este hallazgo demuestra la inercia climática del sistema océano-atmósfera: incluso si se detuvieran completamente las emisiones humanas de dióxido de carbono, los océanos podrían “devolver” calor al sistema climático más adelante.

El trabajo de GEOMAR y AGU coincide en un mensaje clave: la neutralidad de emisiones no implica una estabilización inmediata del clima. La razón es que los océanos, al actuar como depósitos de energía, funcionan con tiempos de respuesta mucho más lentos que la atmósfera. Se estima que parte del calor absorbido desde 1850 podría permanecer en las aguas profundas durante siglos antes de volver a la superficie.

El IPCC advierte que esta memoria térmica de los océanos es una de las variables más difíciles de representar en los modelos climáticos globales. Si se produjera una liberación repentina de ese calor, los patrones de circulación atmosférica, las precipitaciones y las temperaturas regionales sufrirían alteraciones que podrían complicar la planificación climática y la gestión de riesgos ambientales.

Impactos ecológicos y humanos de un evento térmico

Una liberación masiva de calor con el eructo de calor en el Océano Austral alteraría profundamente los ecosistemas. El ascenso de aguas más cálidas reduciría la solubilidad del oxígeno, poniendo en riesgo especies adaptadas a bajas temperaturas. Además, el deshielo adicional del hielo marino antártico podría modificar las rutas de navegación y los patrones de circulación de nutrientes, afectando cadenas alimentarias oceánicas y la productividad pesquera.

Las observaciones satelitales ya muestran cambios acelerados en la región: el hielo marino ha registrado mínimos históricos y las aguas superficiales exhiben aumentos de temperatura que reconfiguran las corrientes. Según la NASA y la European Space Agency (ESA), el albedo antártico (la capacidad del hielo para reflejar radiación solar) disminuyó cerca de un 10 % en los últimos 40 años, amplificando aún más la absorción de calor.

Para los autores del estudio, evitar sorpresas climáticas de esta magnitud requiere expandir la observación directa del océano profundo mediante redes internacionales como Argo y Deep Argo, que utilizan boyas autónomas para registrar temperatura, salinidad y presión hasta los 6 000 m de profundidad. Estas herramientas permiten detectar variaciones térmicas subterráneas que podrían ofrecer señales tempranas de una posible liberación de calor.

El GEOMAR Helmholtz Centre insiste en la necesidad de incluir estos mecanismos en los nuevos modelos de predicción climática, no solo para el Océano Austral, sino también para entender si otros océanos, como el Atlántico Norte o el Pacífico Sur, podrían experimentar comportamientos similares.

Un llamado a la vigilancia científica

El hallazgo no significa que un eructo de calor oceánico sea inminente, pero sí subraya la complejidad del sistema climático y los límites del control humano sobre él. Aunque lograr emisiones netas negativas sigue siendo una meta crucial, los resultados de este estudio recalcan que la respuesta del planeta podría ser no lineal y retardada. Comprender esta dinámica es esencial para preparar políticas de adaptación y preservar la estabilidad de los ecosistemas oceánicos y globales.

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