Aumenta la pobreza extrema en todo el mundo

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26/04/2021 - 19:00
Unos niños, en la calle, a la hora de la merienda. / CARLOS MONTAÑÉS para EL PERIÓDICO

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La calle se ha convertido en un punto donde ya conviven familias enteras tanto de día como de noche, la calle se ha convertido en su hogar. La pobreza extrema invade el planeta. Ningún gobierno debería permitir que personas tengan que dormir y vivir en plena calle cuando existen recursos suficientes para dar una alternativa.

La crisis actual perjudica en mayor medida a la población más vulnerable de los países en desarrollo. Es descorazonador comprobar que, por primera vez en décadas, la pobreza extrema aumentará en 100 millones de personas, según calcula el Banco Mundial.

Cada vez son más los asentamientos de personas sin techo y las colas del hambre siguen creciendo

La Covid-19 está provocando un descenso en las remesas recibidas por las familias más pobres. Por primera vez en la historia moderna, se ha reducido la cantidad de migrantes internacionales.

También ha aumentado la desigualdad. Frente al 10 % de los hogares ricos que se contagian, más de la mitad de los hogares pobres lo hacen y la probabilidad de que fallezcan sus habitantes es cuatro veces más elevada.

Carritos de supermercado repletos de enseres, ropa tendida en los bancos de cientos de parques, cartones y hasta algún colchón tirado para escapar del frío pavimento por las noches. No hay libertad de elección para explicar lo de vivir a la intemperie. Lo que hay es miseria, enfermedades, adicciones y mucho abandono.

La pandemia de Covid-19 ha prosperado en medio de las desigualdades en nuestras sociedades y de las brechas en nuestros sistemas de salud

La OMS ha denunciado las desigualdades en las condiciones de vida de las personas, los servicios de salud y el acceso al poder, el dinero y los recursos desde antes de la pandemia. Como resultado, las tasas de mortalidad en menores de 5 años de los hogares más pobres son el doble que las de los niños de los hogares más ricos.

La esperanza de vida de las personas de los países de ingresos bajos es 16 años menor que la de las personas de los países de ingresos altos. Por ejemplo, 9 de cada 10 muertes a nivel mundial por cáncer de cuello uterino ocurren en países de ingresos bajos y medianos.

Sin embargo, mientras los países continúan luchando contra la pandemia, la OMS señala la oportunidad de reconstruir un mundo “más justo y saludable mediante la implementación de los compromisos, resoluciones y acuerdos existentes y, al mismo tiempo, asumir compromisos nuevos y audaces“.

¿Qué deparará el futuro?

El crecimiento futuro también se resentirá del impacto de la pandemia en el capital humano, al poner en peligro los avances en el ámbito educativo y sanitario.

El aprendizaje se ha visto interrumpido con el cierre de las escuelas, que ha perjudicado especialmente a la población que no dispone de medios para continuar la formación a distancia.

Al mismo tiempo, la pandemia ha aumentado el gasto sanitario de unas familias que ya afrontaban serias limitaciones financieras para cubrir su atención médica.

Ignorar este aciago panorama no es justo, pero es que tampoco interesa hacerlo. La pandemia no terminará hasta que no termine en todo el mundo. Sin embargo, la respuesta a la Covid-19 está siendo extremadamente irregular: en las economías avanzadas, los paquetes de estímulo frente a la crisis representan entre el 15 % y el 20 % del PIB, en las economías emergentes solo suponen en torno al 6 % del PIB y en los países más pobres no llegan ni al 2 %.

El FMI subraya que lo que suceda a partir de ahora dependerá del ritmo de las campañas de vacunación y de la capacidad de ofrecer una respuesta eficaz entretanto. Será pues preciso reforzar la cooperación internacional prioritariamente en dos ámbitos.

Urge reforzar esa cooperación pues, en estos momentos, las economías avanzadas han adquirido la mayor parte del suministro disponible.

En definitiva, la pandemia pone de relieve la imperativa necesidad de mayores dosis de cooperación internacional. Existe un riesgo evidente de que los países más ricos se centren en cubrir sus propias necesidades. El problema es que esta actitud podría dejar atrás a las poblaciones más vulnerables de los países en desarrollo.

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