Gestión forestal adaptativa: la estrategia contra el fuego

EmailFacebookTwitterLinkedinPinterest
23/08/2025 - 10:00
La memoria adaptativa de los árboles sufre tras los incendios, una gestión forestal correcta contribuye a su mantenimiento

Lectura fácil

La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) advierte cuando el peligro de incendios forestales es alto o extremo en gran parte del territorio nacional. El mapa de riesgo, que se tiñe progresivamente de amarillo, naranja y rojo, muestra un panorama alarmante que durante el verano abarca toda la península ibérica. Aquí entra en juego la gestión forestal de todo el país.

Las causas son claras: temperaturas sofocantes, episodios de viento extremo y una sequía prolongada que convierten cualquier chispa en un incendio descontrolado. En los últimos días ya hemos visto las consecuencias en comunidades como Castilla-La Mancha y Castilla y León.

Más de 24.000 hectáreas arrasadas en 2025, la necesidad de una gestión forestal

Los incendios registrados recientemente no son un caso aislado. Según datos provisionales del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), hasta el 13 de julio se han contabilizado 1.144 incendios forestales y 2.486 conatos en España durante 2025.

En total, ya se han quemado 24.133,26 hectáreas de superficie forestal, y aún no hemos llegado al ecuador del verano. Esta situación plantea una pregunta recurrente cada año: ¿qué podemos hacer para frenar esta tendencia? ¿una gestión forestal correcta puede contribuir a salvar los ecosistemas terrestres?

La grave sequía que atraviesa el país no solo aumenta el riesgo de incendios, también afecta a la capacidad de los ecosistemas para recuperarse después del fuego. El Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) señala que la vegetación conserva una especie de “memoria ecológica”, un mecanismo evolutivo que ayuda a los árboles a adaptarse a condiciones adversas como falta de agua o calor extremo.

Sin embargo, esta memoria se ve comprometida cuando los episodios de sequía son prolongados y severos. “El nivel de sufrimiento histórico condicionará la capacidad de los árboles para rebrotar tras un incendio”, explican desde CREAF. En otras palabras, la resiliencia natural del bosque disminuye ante cambios ambientales tan drásticos.

¿Por qué la lluvia no es suficiente?

Aunque la primavera trajo lluvias abundantes en varias regiones, los expertos advierten que esto no resuelve el problema. “Los efectos de una sequía prolongada no desaparecen de inmediato cuando vuelve la lluvia”, indican desde CREAF.

Muchos árboles siguen debilitados por la falta de agua acumulada durante los últimos años, lo que los deja más expuestos a plagas, enfermedades e incendios. Este estrés hídrico acumulado es especialmente evidente en zonas como Cataluña.

La falta de agua también repercute en la reproducción de los bosques. En Cataluña, el CREAF ha detectado una notable disminución en la producción de piñas en los pinares, lo que implica menos semillas disponibles para germinar. Como resultado, los bosques tendrán mayores dificultades para regenerarse después de un incendio.

Paradójicamente, los expertos señalan que esta reducción en la densidad arbórea podría tener un efecto positivo a largo plazo: menos competencia por el agua y un crecimiento más equilibrado entre los árboles, lo que favorecería la resiliencia del bosque frente a futuras perturbaciones.

Un informe de WWF titulado Paisajes cortafuegos confirma que, aunque los incendios son menos numerosos que en décadas pasadas, ahora son más intensos, extensos y complicados de controlar. Esto incrementa tanto el impacto ambiental como las consecuencias sociales, por lo que la gestión forestal juega un papel importante a la hora de sobrellevar estos sucesos.

La clave se encuentra en realizar una gestión forestal adaptativa

Para enfrentar este escenario, el CREAF propone un cambio en la forma en que se gestionan los montes en España: apostar por la gestión forestal adaptativa.

Este modelo tiene en cuenta la historia reciente del bosque, las sequías y perturbaciones sufridas, y se basa en la evidencia científica para ajustar las decisiones de manera continua. “El objetivo es que los bosques sean más resilientes ante un clima cada vez más incierto”, concluyen los investigadores.

Un reto que no puede esperar

Los incendios forestales no son solo una consecuencia del cambio climático, también lo aceleran. Cada hectárea quemada libera grandes cantidades de carbono, destruye biodiversidad y pone en riesgo a las comunidades rurales.

Frente a este escenario, la prevención y la adaptación son urgentes. España se enfrenta a un verano en el que la colaboración ciudadana, la planificación y la ciencia serán más importantes que nunca. Es por ello que una gestión forestal adecuada no solo salva al país, sino al mundo y su naturaleza.

Añadir nuevo comentario