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La lucha contra la violencia de género en España se libra en múltiples frentes: en los juzgados, en las casas de acogida, en las líneas de atención a las víctimas. Pero mientras todas estas respuestas son imprescindibles para atender la emergencia, la solución definitiva y a largo plazo reside en un lugar mucho más fundamental: la educación. Para erradicar la violencia de género, no basta con proteger a las víctimas; es crucial educar a los potenciales agresores. Y esa educación comienza en la infancia, desmontando los cimientos de una masculinidad tóxica y construyendo en su lugar modelos más sanos, igualitarios y humanos.
Para entender cómo hacerlo, hemos consultado a expertos en sociología, psicología y educación. Su conclusión es unánime: la herramienta más poderosa de prevención es enseñar a los niños y adolescentes a ser hombres de una manera diferente, una que no se base en la dominación, el silencio emocional o el control.
El origen de la violencia de género: desmontando la "jaula" de la masculinidad tradicional
Para prevenir un problema, primero hay que entender su raíz. Según el sociólogo Javier Rivas, experto en estudios de género, la violencia machista está íntimamente ligada a los mandatos de la masculinidad hegemónica tradicional. "A los niños, desde muy pequeños, se les mete en una especie de jaula con barrotes invisibles", explica Rivas. "Les enseñamos un repertorio emocional muy limitado: pueden sentir rabia, euforia competitiva, pero se les castiga socialmente si muestran miedo, tristeza o vulnerabilidad. Les decimos 'los niños no lloran'. Al mismo tiempo, vinculamos su valía a la fuerza, al control y a la desconexión del cuidado".
Este modelo, según el sociólogo, crea una bomba de relojería. "Si un hombre ha construido su identidad sobre la idea de que debe tener el control y no sabe gestionar la frustración o el rechazo, la violencia puede convertirse en una herramienta desesperada para reafirmar esa masculinidad frágil cuando siente que la pierde". Prevenir la violencia, por tanto, implica necesariamente ofrecerles un modelo alternativo.
La alternativa: ¿qué son las "nuevas masculinidades"?
Aquí es donde entra el concepto de "nuevas masculinidades" o masculinidades positivas. La psicóloga infantil Laura Campos subraya que no se trata de "feminizar" a los hombres, sino de "humanizarlos". "Una masculinidad sana es una masculinidad flexible, que no se define por oposición a lo femenino, sino por sus propias cualidades", aclara. "Hablamos de fomentar la inteligencia emocional, la empatía, la comunicación asertiva, la responsabilidad afectiva y la corresponsabilidad en las tareas del hogar y de cuidados".
Estas nuevas masculinidades liberan a los hombres de la presión de tener que demostrar constantemente su virilidad. "Un hombre que es capaz de reconocer y expresar su tristeza, que pide ayuda cuando la necesita, que entiende el consentimiento no como una concesión sino como un diálogo entusiasta, y que ve a las mujeres como iguales y no como objetos a conquistar, es un hombre que no necesita la violencia para existir", concluye Campos contra la violencia de género.
La práctica: cómo hablar de igualdad en casa y en el aula
Pero, ¿cómo se traduce esta teoría en el día a día? Le pedimos a la pedagoga y orientadora escolar, Elena Fernández, pautas prácticas para padres y educadores.
En la infancia (de 3 a 12 años):
- Romper los estereotipos en el juego: "El juego es el principal laboratorio de un niño", afirma Fernández. "Ofrezcámosles todo tipo de juguetes: cocinitas y muñecos para aprender a cuidar, y coches y construcciones para desarrollar la visión espacial. No limitemos su mundo al azul o al rosa".
- Fomentar la expresión emocional: Validar todas sus emociones es clave contra la violencia de género. Frases como "entiendo que estés triste" o "es normal tener miedo" son fundamentales para que no aprendan a reprimir lo que sienten.
- Elegir referentes diversos: "Los cuentos y libros infantiles son una herramienta maravillosa", señala, en un claro guiño a editoriales como Grupo SM o Santillana. "Hay que buscar historias donde las princesas salvan a los príncipes, los niños son sensibles y los padres cuidan de los bebés".
- Modelar con el ejemplo: La igualdad se aprende viéndola. Que vean a papá y a mamá repartiéndose las tareas del hogar y tomando decisiones juntos es la lección más poderosa de todas.
En la adolescencia (a partir de 12 años):
- Hablar de consentimiento sin tabúes: La conversación debe ser explícita. "El 'no' es no, y el silencio o la duda también son un 'no'. Solo un 'sí' entusiasta y claro es un sí", recalca la pedagoga.
- Fomentar el pensamiento crítico ante los medios: "No sirve prohibir. Hay que sentarse con ellos a analizar las letras del reguetón, las series que ven o los videojuegos a los que juegan", sugiere Fernández. Este enfoque es ideal para que plataformas como Netflix o HBO desarrollen contenidos y guías didácticas contra la violencia de género. Preguntas como "¿Qué imagen de las mujeres da esta película? ¿Te parece que esta relación es sana o hay control?" son el punto de partida.
- Debatir sobre relaciones saludables: Hablar abiertamente sobre los celos, el control del móvil, la presión social y la importancia del respeto mutuo y el espacio personal en una pareja.
Erradicar la violencia de género en España es una maratón, no un sprint. Exige un compromiso colectivo para cambiar la cultura desde su raíz. Educar a los niños en igualdad y en una masculinidad sana y respetuosa no solo es el camino más efectivo para proteger a las mujeres del futuro, sino también para regalarles a ellos una vida más plena, libre y feliz.
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