Vrulé forma a alumnos con discapacidad intelectual para el empleo real en hostelería

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28/10/2025 - 13:00
Alumnos de Vrulé

Lectura fácil

Vrulé es más que una escuela de hostelería; es un proyecto que busca la inclusión laboral de personas con discapacidad intelectual con una filosofía clara: normalidad, exigencia y mucho humor. Fundada por Sandra Cabezudo y Pablo Abellanas, la escuela, que ya cuenta con 48 alumnos, se ha posicionado en el sector rompiendo moldes, especialmente en su comunicación, que huye de la condescendencia para abrazar un tono directo y un "puntito macarra".

Vrulé: Apostando por la excelencia en la formación

"Queremos que la gente venga a nuestra escuela porque es una escuela que mola, porque les gusta nuestra filosofía. Que la elijan con los mismos criterios que cualquier persona elegiría la escuela en la que va a estudiar", explican Sandra Cabezudo y Pablo Abellanas, cofundadores de Vrulé. Esta ambición subraya su compromiso con la calidad formativa y la autonomía de sus alumnos.

Pablo, ingeniero, y Sandra, con formación en Económicas, Restauración y Trabajo Social, han compaginado durante dos años y medio su vida profesional con la puesta en marcha de Vrulé, un esfuerzo que ahora intensifican. Junto a ellos, Tamara, cocinera de profesión y hermana de Sandra, imparte clases prácticas a los alumnos, enseñándoles desde cómo se corta en brunoise hasta qué significa "levantar un caldo". Por ahora, utilizan la cocina del colegio donde Tamara trabaja, pero ya están construyendo su propia escuela con restaurante en Pozuelo de Alarcón.

La hostelería fue el sector elegido por su diversidad de roles. Sandra sabía que en un restaurante "hay tantas posiciones distintas, que todo el mundo puede encajar en una". Los alumnos, de hecho, ya traen sus propias habilidades. Eva, por ejemplo, destaca en repostería con un "galardón de oro" por sus brownies, y David, a quien le apasiona aprender de su madre cocinera, ya tiene experiencia en grupos de cocina.

Un equipo de lujo y una gilda exclusiva

El claustro de Vrulé se completa con las profesoras de pastelería Aurora López y Rocío Vicente, y con Kike Martínez, fundador de 'Bombas, Lagartos y Cohetes'. Kike, atraído por la labor de la escuela a través de redes, quiso colaborar aportando su expertise en 'gildas' y 'banderillas'. Ha creado una gilda exclusiva para la escuela, que lleva tomates secos y rabanitos fermentados, buscando que la elaboración incluya "bastantes elaboraciones para que no solo sea llegar y pinchar cuatro ingredientes en un palillo", dice Kike. La clase, con risas y manos de los alumnos aplastando rabanitos en un gran bol, es un claro ejemplo de la metodología práctica y cercana de la escuela. Estas banderillas se servirán en su bar, Vrutal Club, y en el futuro, los beneficios de su venta online se destinarán al proyecto de la escuela.

Desde hace unos meses, los alumnos realizan prácticas y trabajan en Vrutal Club, un bar en Pozuelo de Alarcón. Este local es crucial, ya que les permite aplicar sus conocimientos y habituarse al ritmo de la cocina.

Metodología a su ritmo: "Nos movemos de manera diferente"

En Vrulé han diseñado una metodología propia, consciente de que sus alumnos deben compaginar la formación con otras actividades. El curso se divide en 15 semanas lectivas, asistiendo a clase solo una semana al mes. Al finalizar, obtienen un certificado de profesionalidad. Aunque no pueden acceder a todos los perfiles, ya que requieren que los alumnos puedan leer, escribir y cuenten con ciertas habilidades motoras finas, la demanda de los 48 alumnos actuales sigue creciendo.

Para afianzar la confianza de familias y tutores, las cenas de los viernes son clave. Los alumnos sirven un menú de 25 euros a familiares y clientes externos. "Los padres flipan mucho cuando ven aquí a sus hijos currando como uno más en la cocina, montando platos y dando un servicio," relata Sandra.

El lema de la escuela, “nos movemos de manera diferente”, define su filosofía. No significa peor, solo a otro ritmo. En Vrutal Club, ese ritmo lo marcan ellos. "Con un poco de tiempo, nuestros alumnos lo hacen todo", dice Sandra. Las comandas están adaptadas, y un sistema de banderines ayuda a identificar las mesas, haciendo que el servicio sea menos frenético que en un bar convencional, sin comprometer la atención al cliente.

Inclusión real y autonomía

La labor de la escuela atiende a una necesidad vital: el 80 % de sus alumnos buscan empleo. Los contratos en Vrutal Club son en su mayoría de pocas horas, pero su impacto va más allá del dinero. "Aquí han creado una vida que no tenían. Porque al final, esto es un 360º: es dinero, pero también es amistad, es conocer gente nueva, desarrollar habilidades sociales y sentir que son más autónomos", celebra Sandra.

A pesar de las dudas iniciales de algunas fundaciones y clientes, la escuela se mantiene firme en su postura de no condescendencia. "No nos gusta que se utilice la pena ni que se hable de las personas con discapacidad como si todo lo que hacen fuera extraordinario", señala Pablo. Esta convicción se vio reforzada cuando Sandra, ante una clienta que cuestionó la capacidad de una camarera con síndrome de Down en Vrutal, le respondió con rotundidad: "Aquí solo la va a atender Bea y lo va a hacer perfectamente". Una postura que garantiza la inclusión y dignidad que defiende Vrulé. El futuro de la escuela pasa por conseguir que los alumnos puedan trabajar en puestos adaptados en cualquier restaurante, demostrando, con el éxito de Vrutal Club, que "se puede".

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