Eva Moral, la triatleta que cambió un accidente por una medalla paralímpica 

EmailFacebookTwitterLinkedinPinterest
25/09/2025 - 17:30
Eva Moral Pedrero: una triatleta con muchas capacidades

Lectura fácil

Hay vidas que se miden en metas, en logros y en medallas. Y luego hay vidas que, además, se miden en la capacidad de reconstruirse, de transformar el dolor más profundo en la fuerza más imparable. La historia de Eva Moral pertenece, sin duda, a esta segunda categoría. Su nombre está grabado en el olimpo del deporte español como medallista paralímpica de triatlón, pero la verdadera dimensión de su hazaña no reside solo en el bronce que se colgó en Tokio, sino en el tortuoso y admirable camino que la llevó hasta allí.

La suya es una historia sobre la fragilidad de la vida, pero, sobre todo, sobre la inquebrantable fortaleza del espíritu humano. Es el relato de cómo un sueño roto puede convertirse en la semilla de uno nuevo, aún más grande y poderoso.

El día que todo cambió: un descenso en bicicleta

Antes de 2013, Eva Moral era una abogada madrileña con una pasión desbordante por el deporte. El triatlón, con su exigente combinación de natación, ciclismo y carrera a pie, era su válvula de escape y su gran afición. Su vida transcurría entre los juzgados y los entrenamientos, con la mirada puesta en nuevos retos deportivos.

Todo cambió un fatídico día de septiembre de 2013, durante una marcha cicloturista en la sierra de Madrid. En el descenso de un puerto de montaña, una caída brutal la precipitó por un barranco de siete metros. El diagnóstico fue devastador: una lesión medular irreversible que la dejó en una silla de ruedas. "Lo primero que pregunté en el hospital fue si podría volver a andar. Cuando me dijeron que no, el mundo se me vino encima", ha relatado en numerosas ocasiones. El deporte, que había sido su motor, parecía haberse desvanecido para siempre.

El renacer en el agua gracias al paratriatlón

El proceso que siguió fue un viaje por las fases más duras del duelo: la negación, la rabia, la tristeza. Ingresada en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, un centro de referencia en España, Eva Moral se enfrentó a la tarea titánica de aceptar su nueva realidad y aprender a vivir de nuevo. Y fue allí, en el lugar de su mayor fragilidad, donde encontró el germen de su renacer.

Rodeada de otros pacientes y de un equipo de profesionales excepcional, Eva Moral descubrió que el deporte no la había abandonado. El agua de la piscina del hospital se convirtió en su primer refugio, el lugar donde volvía a sentirse libre y capaz. "En el agua no tienes discapacidad, flotas, te mueves... es una sensación increíble", recuerda. Poco a poco, lo que empezó como una terapia de rehabilitación se fue convirtiendo en algo más. Empezó a nadar, luego a probar la bicicleta de manos (handbike) y la silla de atletismo. Sin apenas darse cuenta, estaba reconstruyendo su identidad como triatleta.

Una medalla forjada con resiliencia

El talento y la disciplina que Eva Moral ya poseía como deportista amateur afloraron con una fuerza arrolladora. Menos de un año después de su accidente, ya estaba compitiendo en su primer paratriatlón. Su progresión fue meteórica. Empezó a cosechar títulos nacionales, europeos y mundiales, convirtiéndose en un referente indiscutible de su categoría (PTWC, para deportistas que compiten en handbike y silla de ruedas).

El gran sueño, los Juegos Paralímpicos, se materializó en Tokio 2020 (celebrados en 2021). En una carrera épica, marcada por el calor y la humedad, Eva Moral cruzó la meta en tercera posición, colgándose una medalla de bronce que sabía a oro. Fue la culminación de un viaje de ocho años, la recompensa a una resiliencia inquebrantable.

Pero su historia no se detuvo ahí. Eva ha seguido demostrando que la vida y la maternidad son perfectamente compatibles con el deporte de élite. En 2022, dio a luz a su primera hija, y pocos meses después ya estaba de vuelta en la competición internacional, demostrando que no hay barreras que puedan frenarla.

La historia de Eva Moral trasciende el ámbito deportivo. Es un testimonio poderoso sobre la capacidad de adaptación del ser humano, sobre cómo encontrar un nuevo propósito cuando la vida te arrebata el plan original. Su medalla no solo brilla por su valor deportivo, sino por ser un símbolo de esperanza para miles de personas que, tras un accidente o una enfermedad, se enfrentan al reto de reinventarse. Eva no solo volvió a soñar, sino que nos enseñó a todos a hacerlo.

Añadir nuevo comentario