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El ictus infantil es una enfermedad grave que afecta al cerebro de los niños y figura entre las diez principales causas de mortalidad en la infancia. Aunque menos frecuente que en adultos, sus consecuencias pueden ser muy graves, provocando problemas de movimiento, lenguaje o visión. Los expertos alertan de que el diagnóstico suele retrasarse y destacan la importancia de reconocer los síntomas a tiempo para mejorar el pronóstico.
El ictus infantil: un problema poco visible
El ictus infantil es una enfermedad grave que afecta al cerebro de los niños. La Sociedad Española de Neurología Pediátrica (SENEP) alerta de que esta condición se encuentra entre las diez primeras causas de mortalidad infantil. Además, más del 65 % de los niños que sobreviven presentan secuelas motoras o cognitivas, que pueden afectar su vida diaria y su desarrollo.
Aunque es menos frecuente que en adultos, el ictus infantil puede ocurrir a cualquier edad. La coordinadora del Grupo de Trabajo de Ictus Pediátrico de la SENEP, Ana Felipe Rucián, explica que la incidencia es baja, pero cada caso puede ser muy grave. Por ello, la detección temprana es fundamental para reducir daños y mejorar el pronóstico.
Los síntomas son similares a los de los adultos, especialmente en niños mayores. Entre ellos se encuentran: dificultad para mover un lado del cuerpo, alteraciones en el habla, pérdida de visión parcial o cambios en el nivel de consciencia. En los bebés, pueden aparecer crisis epilépticas en un lado del cuerpo. Reconocer estos signos rápidamente es vital, ya que cada minuto cuenta.
Existen tres picos de incidencia de ictus en la infancia. Los lactantes menores de dos años suelen presentar ictus por cardiopatías congénitas o procedimientos relacionados. Los niños en edad preescolar pueden sufrirlo como consecuencia de infecciones. Los adolescentes pueden tener ictus asociados a otras enfermedades sistémicas.
Además, los ictus hemorrágicos son más frecuentes en niños con malformaciones vasculares, enfermedades hematológicas, tumores o traumatismos.
Importancia del diagnóstico rápido y de la investigación
Uno de los principales problemas del ictus infantil es el retraso en el diagnóstico. Esto se debe a que los síntomas pueden confundirse con otras enfermedades o ser variables según la edad.
La falta de conocimiento general sobre esta patología también contribuye a los retrasos. Un diagnóstico rápido permite aplicar tratamientos de revascularización que pueden reducir significativamente las secuelas y mejorar la recuperación del niño.
Actualmente existen ensayos clínicos y proyectos de investigación sobre el ictus infantil, como estudios multicéntricos europeos y españoles que analizan biomarcadores, genética y tratamientos innovadores. Estos avances permiten desarrollar protocolos específicos para niños, distintos de los utilizados en adultos, aumentando la seguridad y la eficacia del tratamiento.
El papel del neuropediatra y el Código Ictus Pediátrico
El seguimiento de un niño con ictus requiere la supervisión de un neuropediatra. Este especialista participa en el diagnóstico, el tratamiento inicial y el seguimiento a largo plazo. La implementación del Código Ictus Infantil en todas las comunidades asegura atención rápida y tratamiento precoz, lo que mejora el pronóstico. Actualmente, este código está presente en varias regiones de España, pero aún no en todas.
El ictus infantil es una realidad seria que requiere atención inmediata. Conocer los síntomas, actuar rápido y contar con protocolos especializados puede salvar vidas y reducir secuelas. La concienciación y la investigación son claves para mejorar la atención y el futuro de los niños afectados.
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