La Agenda 2030 pierde visibilidad en los informes de sostenibilidad, ¿cómo reactivar los ODS en la empresa?

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03/09/2025 - 08:20
Cartel con todos los ODS

Lectura fácil

Cuando las Naciones Unidas aprobaron en 2015 la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el mundo corporativo reaccionó con un entusiasmo sin precedentes. Durante los primeros años (aproximadamente entre 2016 y 2020), las memorias de sostenibilidad de las grandes empresas se convirtieron en un vibrante mosaico de los coloridos iconos de los ODS. Se publicaron tablas de correspondencia, se declararon compromisos públicos y los ODS se consolidaron como un lenguaje universal para comunicar el impacto social y ambiental de la actividad empresarial.

Sin embargo, en los informes más recientes, se observa un cambio de tendencia desconcertante: la presencia visible de los ODS se ha reducido drásticamente o, en muchos casos, se ha relegado a una mención superficial y genérica. A este fenómeno se le ha bautizado informalmente como el “efecto logo”: se mantiene la imagen como un guiño a la galería, pero se pierde la profundidad en los datos, las metas concretas y el seguimiento riguroso. El resultado es una creciente desconfianza por parte de los stakeholders (grupos de interés), que, cada vez más formados, empiezan a ver estas declaraciones como un gesto de greenwashing si no van acompañadas de indicadores verificables.

El avance regulatorio: ¿un desplazamiento o una maduración del foco?

Esta aparente pérdida de visibilidad no siempre es sinónimo de un desinterés por parte de las empresas. En gran medida, es la consecuencia directa de una auténtica revolución regulatoria en materia de sostenibilidad, especialmente en la Unión Europea. La entrada en vigor de la Directiva sobre Información Corporativa en materia de Sostenibilidad (CSRD) y los Estándares Europeos de Reporte de Sostenibilidad (ESRS) ha cambiado por completo las reglas del juego.

Esta nueva normativa obliga a las compañías a priorizar la recopilación y publicación de datos duros, auditables y estandarizados sobre un amplio espectro de materias: sus emisiones de gases de efecto invernadero en toda la cadena de valor, los riesgos y oportunidades climáticas, la gestión del capital humano, la gobernanza corporativa, la debida diligencia en la cadena de suministro, el alineamiento con la taxonomía verde europea o el análisis de doble materialidad.

Este ingente esfuerzo técnico y de recopilación de datos ocupa, lógicamente, un espacio central en las memorias de sostenibilidad, dejando menos lugar para las narrativas más amplias y cualitativas sobre los ODS. Muchas empresas, en la práctica, sí están contribuyendo a metas específicas de la Agenda 2030 (al invertir en energía renovable contribuyen al ODS 7 y 13; al implementar planes de igualdad, al ODS 5), pero ya no lo comunican con la misma prominencia gráfica. El reto, por tanto, es evitar que la urgencia regulatoria relegue a la Agenda 2030 a un simple anexo testimonial.

Cómo revalorizar la Agenda 2030 en tu reporting: de la imagen a la evidencia

Recuperar la relevancia de los ODS en el reporting corporativo no pasa por volver a pegar sus logos en la portada, sino por integrarlos de forma rigurosa y estratégica en el nuevo ecosistema regulatorio. No son marcos excluyentes, sino complementarios. La Agenda 2030 sigue siendo el marco global de referencia que da un "porqué" a las acciones que ahora se reportan por obligación. Estas son algunas acciones clave para lograrlo:

  • Mapeo de materialidad ODS-ESRS: El primer paso es cruzar los temas materiales identificados en el análisis de doble materialidad (exigido por la CSRD) con los ODS y sus metas e indicadores específicos. Esto permite demostrar de forma sólida dónde la empresa genera un impacto real y significativo, pasando de declaraciones genéricas como "contribuimos al ODS 8" a afirmar: "nuestra política de salarios dignos en la cadena de suministro impacta directamente en la meta 8.5".
  • Metas cuantificadas y con plazos: Hay que sustituir las declaraciones vagas por objetivos alineados a indicadores reconocidos. Por ejemplo, en lugar de "estamos comprometidos con la acción climática", se debe reportar: "nos comprometemos a una reducción de emisiones de CO₂ del 40% para 2030, en línea con los objetivos del Acuerdo de París y nuestra contribución al ODS 13". O, para el ODS 5: "nuestro objetivo es alcanzar un 40% de mujeres en puestos de liderazgo para 2028".
  • Análisis de la cadena de valor: La nueva regulación pone un enorme foco en la cadena de valor. Es una oportunidad perfecta para demostrar contribuciones indirectas a la Agenda 2030. Reportar sobre cómo se garantizan los derechos laborales en los proveedores (ODS 8), cómo se fomenta la agricultura sostenible (ODS 2) o cómo se colabora para impulsar la economía circular (ODS 12) es una forma de mostrar un impacto integral.
  • Inversión y CAPEX verde: Una de las formas más creíbles de demostrar compromiso es vincular el gasto y la inversión (CAPEX) con metas ODS. Informar sobre qué porcentaje de la inversión se destina a proyectos alineados con la taxonomía verde o con objetivos de la Agenda 2030 es un imán para atraer a la creciente comunidad de inversores de impacto y financiación sostenible.
  • Gobernanza y retribución variable: Para una credibilidad máxima, el compromiso debe empezar desde arriba. Incorporar indicadores (KPIs) vinculados a los ODS en los sistemas de retribución variable de la alta dirección demuestra que la sostenibilidad no es un asunto del departamento de RSC, sino una prioridad estratégica para el negocio.

En definitiva, la Agenda 2030 sigue siendo un marco estratégico de un valor incalculable para conectar la estrategia empresarial con las grandes metas globales y para construir una narrativa de impacto coherente. El reto actual no es recuperar su protagonismo cosmético, sino demostrar su contribución de forma medible, rigurosa y alineada con un ecosistema regulatorio que ha subido el listón de la exigencia para todos.

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