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La transformación digital avanza a un ritmo acelerado en toda Europa, cambiando no solo la forma en que las personas trabajan, sino también lo que significa estar preparado para el mercado laboral actual. Sin embargo, este cambio tecnológico no ha llegado a todos por igual. Según la Comisión Europea, el 35 % de la población activa carece todavía de competencias digitales básicas, pese a que el 90 % de los empleos ya exige cierto nivel de dominio tecnológico. Esta cifra revela una paradoja preocupante: mientras el mundo laboral se digitaliza, una parte significativa de los trabajadores se queda atrás, y ahí entra en juego el empoderamiento digital.
Los datos del Centro Europeo para el Desarrollo de las Competencias Profesionales (Cedeop) refuerzan esta tendencia. El 71 % de los trabajadores europeos reconoce que necesita algún grado de capacidad digital para cumplir con sus funciones diarias.
Esta percepción generalizada subraya una realidad ineludible: sin habilidades tecnológicas, resulta cada vez más difícil acceder o mantenerse en el mercado laboral, por ello, es crucial el empoderamiento digital para lograr una inclusión laboral real.
El empoderamiento digital como vía de inclusión
Ante esta situación, la formación tecnológica se ha convertido en una herramienta esencial no solo para adaptarse a los nuevos tiempos, sino también para fomentar la inclusión social y laboral. La Comisión Europea señala que el empoderamiento digital es una de las claves para reducir desigualdades, generar oportunidades y favorecer la autonomía profesional de los colectivos que más lo necesitan.
En un mundo donde las competencias digitales influyen en la empleabilidad tanto como la experiencia profesional, adquirir ese empoderamiento digital, es decir, aprender a desenvolverse en entornos digitales se ha vuelto un requisito básico de participación plena en la sociedad.
España no es ajena a este desafío, y distintas instituciones, tanto públicas como privadas, desarrollan iniciativas para revertir la desigualdad digital. Un ejemplo destacado es la Comunidad de Madrid, que en alianza con LinkedIn, ha puesto en marcha un plan de formación gratuito en habilidades digitales.
Este programa ofrece más de 24.000 cursos online de empoderamiento digital, diseñados para mejorar tanto la empleabilidad como la visibilidad profesional de los ciudadanos madrileños. Su objetivo es claro: facilitar que cualquier persona, sin importar su punto de partida, pueda aprender las destrezas que el mercado laboral exige hoy.
Iniciativas sociales para reducir la brecha digital
La acción frente a la brecha digital también se extiende al terreno social. Una colaboración entre Cruz Roja Española y la firma de moda SHEIN ha dado origen al proyecto Mínimo Común Digital. Esta iniciativa se centra en ofrecer formación práctica a 1.000 personas, especialmente mujeres y jóvenes, los grupos más vulnerables ante el desempleo. A través de talleres y sesiones personalizadas, los participantes aprenden a manejar herramientas digitales esenciales para la búsqueda de empleo y la mejora de su autonomía profesional. En este sentido, el programa representa una apuesta por unir tecnología, inclusión y empleabilidad.
Otra de las iniciativas destacadas es la impulsada por la Fundación Orange, en colaboración con la Agencia para el Empleo de Madrid. Este programa se dirige a personas en situación de desempleo, ofreciendo formación práctica en competencias digitales claves para desenvolverse con éxito en un entorno laboral cada vez más tecnológico. La meta es dotar a los participantes de los conocimientos y habilidades que les permitan no solo acceder a un puesto de trabajo, sino también adaptarse a las exigencias futuras del mercado.
En el ámbito de la discapacidad, la Fundación ONCE también ha asumido un papel protagonista. Mediante el programa Esenciales, cofinanciado por el **Fondo Social Europeo Plus (FSE+)*, la entidad ha proporcionado formación en competencias digitales básicas a más de 16.000 personas con discapacidad. La iniciativa busca fortalecer la empleabilidad de este colectivo, promoviendo su participación en un mercado laboral más inclusivo y equitativo. Con ello, la fundación demuestra que la digitalización no debe ser un factor de exclusión, sino una herramienta para la igualdad de oportunidades.
La colaboración como motor del cambio digital
El conjunto de estas iniciativas refleja una lección clara: la cooperación entre administraciones públicas, organizaciones sociales y empresas privadas es esencial para cerrar la brecha digital. Ningún actor puede abordar por sí solo el desafío de equipar a toda la población con las competencias necesarias para afrontar el futuro del trabajo. Solo a través del trabajo conjunto es posible ofrecer formación accesible, adaptar programas a las necesidades reales del empleo y garantizar que el avance tecnológico no deje a nadie atrás.
Más allá de los cursos, los programas o las cifras, el verdadero valor del empoderamiento digital radica en el impacto humano. Aprender a usar herramientas digitales no significa únicamente mejorar el currículo; también implica recuperar la confianza, aumentar la autonomía y abrir puertas que antes parecían inaccesibles. En una economía cada vez más conectada, el acceso equitativo a la tecnología se convierte en una condición indispensable para la igualdad de oportunidades.
El reto de Europa y de España, por tanto, es doble: impulsar la innovación y asegurarse de que todos puedan beneficiarse de ella. Reducir la brecha digital no es solo una cuestión de competencia técnica; es también una apuesta por un futuro más justo, inclusivo y participativo, donde cada persona, sin importar su edad, género o situación, tenga la posibilidad real de desarrollarse en la sociedad digital del siglo XXI.
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