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Cuando hablamos de la economía de un país, nuestra mente suele dirigirse al sector público y al privado: empresas, industrias, comercios. Sin embargo, existe un "tercer sector" –el de las ONG y organizaciones no lucrativas– cuya magnitud e impacto a menudo pasan desapercibidos, a pesar de ser un pilar fundamental para la cohesión social y el desarrollo. En España, este sector no solo es un actor clave en la atención a las necesidades más vulnerables, sino que también es un motor económico de considerable relevancia. Un estudio reciente revela un dato contundente: las ONG representan el 1,2 % del Producto Interior Bruto (PIB) español, generan 600.000 empleos y movilizan a la impresionante cifra de cuatro millones de voluntarios.
Esta radiografía desvela la verdadera envergadura de un sector que va mucho más allá de la filantropía, constituyéndose como un agente indispensable para la economía, el empleo y la construcción de una sociedad más justa, sostenible e inclusiva.
Más allá de la beneficencia
La percepción común de las ONG se centra en su labor altruista y su función de "cubrir las carencias" del Estado o del mercado. Si bien esta es una parte esencial de su misión, el dato de su contribución al PIB (1,2 %) las sitúa como un actor económico con un peso comparable al de sectores tradicionales. Para ponerlo en perspectiva, este porcentaje es similar al de industrias como la agricultura en algunas regiones, o incluso superior al de otros sectores específicos.
¿Cómo se traduce esta aportación económica?
- Creación de empleo: Los 600.000 trabajadores demuestran que las ONG son grandes empleadoras. Estos empleos son, en su mayoría, de calidad y especializados en áreas como servicios sociales, educación, sanidad, medio ambiente o cooperación internacional.
- Generación de ingresos: Gestionan presupuestos significativos provenientes de subvenciones públicas, donaciones privadas, cuotas de socios y actividades económicas propias (venta de productos, servicios especializados).
- Contratación de bienes y servicios: Para llevar a cabo su labor, estas organizaciones también contratan a proveedores externos, lo que impulsa la actividad económica de otras empresas.
- Impulso a la innovación social: Muchas desarrollan soluciones innovadoras a problemas sociales complejos, que luego pueden ser replicadas o adoptadas por el sector público o privado.
Este impacto económico es crucial para el mantenimiento de la actividad, la inversión en capital humano y la generación de un valor añadido que va más allá de lo meramente monetario.
Cuatro millones de almas comprometidas
Si la cifra de empleos ya es notable, el número de cuatro millones de voluntarios es simplemente extraordinario. El voluntariado es el corazón de las ONG, la fuerza motriz que permite extender su alcance y multiplicar su impacto. Este capital humano altruista representa un valor incalculable para la sociedad, que se manifiesta en diversas dimensiones:
- Sustento de servicios esenciales: Sin voluntarios, muchas ONG no podrían ofrecer la vasta gama de servicios que proporcionan, desde acompañamiento a personas mayores o enfermas, hasta reparto de alimentos, apoyo escolar o limpieza de entornos naturales.
- Cohesión social: El voluntariado fomenta el sentido de comunidad, la empatía y la participación ciudadana, fortaleciendo los lazos sociales y reduciendo la polarización.
- Desarrollo personal: Para los voluntarios, es una oportunidad de adquirir nuevas habilidades, conocer otras realidades, sentirse útil y enriquecer su vida personal y profesional.
- Voz de la sociedad civil: Los voluntarios son también la voz de la sociedad civil, alertando sobre injusticias y empujando a los poderes públicos y empresas a una mayor responsabilidad.
- Valor económico intangible: Aunque no se contabiliza directamente en el PIB como un salario, el valor de las horas dedicadas por estos cuatro millones de personas sería astronómico si se remunerara. Su contribución es un "subsidio" social invaluable.
Un pilar para la inclusión y el desarrollo sostenible
Más allá de los números económicos, el verdadero valor de las ONG reside en su impacto social directo. Operan en una multitud de campos, abordando desde las necesidades básicas hasta la defensa de derechos fundamentales:
- Atención a colectivos vulnerables: Personas sin hogar, inmigrantes, personas con discapacidad, víctimas de violencia de género, niños en riesgo de exclusión.
- Salud y bienestar: Prevención de enfermedades, apoyo a enfermos y sus familias, promoción de hábitos saludables.
- Educación: Refuerzo escolar, alfabetización, educación para el desarrollo.
- Medio ambiente: Conservación de la naturaleza, lucha contra el cambio climático, educación ambiental.
- Cooperación internacional: Proyectos de desarrollo en países empobrecidos, ayuda humanitaria en emergencias.
- Defensa de derechos: Lucha contra la discriminación, promoción de la igualdad, defensa de los derechos humanos.
La labor de estas organizaciones es indispensable para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, actuando como catalizadores de cambio y asegurando que "nadie se quede atrás".
Desafíos y el camino a seguir para el tercer sector
A pesar de su evidente importancia, el tercer sector no está exento de desafíos:
- Financiación: Muchas organizaciones dependen en gran medida de subvenciones públicas, que pueden ser inestables, o de donaciones, sujetas a ciclos económicos. Es vital diversificar fuentes de ingresos y fomentar la filantropía corporativa.
- Profesionalización: Mantener altos estándares de gestión, transparencia y rendición de cuentas.
- Visibilidad: Comunicar de forma más efectiva su impacto real, no solo en términos sociales, sino también económicos.
- Colaboración: Fortalecer alianzas con el sector público, el sector privado (a través de la RSC) y otras ONG para multiplicar el impacto.
- Adaptación: Ser ágiles y adaptarse a las nuevas necesidades sociales y a los cambios tecnológicos.
Reconociendo el valor integral de la solidaridad
Este titular no se trata solo de un número, sino del reflejo de un compromiso colectivo con la construcción de una sociedad más justa. Durante demasiado tiempo, el impacto del tercer sector ha sido minimizado, relegado a la "caridad" o a un complemento marginal de la acción pública.
Es fundamental que esta realidad sea reconocida por los poderes públicos, el sector privado y la ciudadanía. Estas organizaciones no son solo receptoras de ayuda; son generadoras de riqueza, empleadoras, innovadoras y garantes de la cohesión social. Invertir en el tercer sector no es un gasto, es una inversión estratégica en el futuro del país, en su tejido social, en su capacidad de adaptación y en el bienestar de sus ciudadanos. Es hora de valorar a las ONG en su justa medida: como motores esenciales de nuestro desarrollo sostenible y nuestra humanidad. Su vasta labor en campos como la atención a vulnerables, la educación y el medio ambiente subraya un impacto social imprescindible. Reconocer su valor integral, fortalecer su financiación y fomentar la colaboración es esencial para construir una sociedad más justa, resiliente y preparada para los desafíos futuros.
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