La quema de cultivos contamina el aire y el agua y es mala para la salud

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30/08/2021 - 13:18
Imagen recurso de un incendio en Pixabay

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Quemar cultivos agrícolas es una práctica ancestral, habitualmente al final del verano, que contamina y reduce la retención de agua del suelo.

Según Ágora diario del agua, muchas regiones del mundo se preparan para la llamada "temporada de 'smog'", una forma de contaminación que se origina a partir de la combinación del aire con contaminantes durante un periodo amplio de altas presiones, que provoca el estancamiento del aire y, por tanto, la permanencia de contaminantes en la troposfera y estratosfera.

La mayoría de este 'smog', aunque puede ser de origen natural, se produce por la actividad humana y conlleva consecuencias graves sobre la salud, "ya que puede dañar las membranas pulmonares y oculares y causar cáncer de pulmón casi en la misma medida que fumar", explica el medio.

¿Dónde es habitual quemar cultivos?

Es entre agosto y septiembre, habitualmente en el hemisferio norte, cuando agricultores de diferentes países queman sus campos con el fin de fertilizar la tierra y comenzar una nueva cosecha. El humo de estas quemas es tóxico. Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), las amplias áreas de tierras agrícolas que se incendian cada comienzo de otoño son un importante factor para la contaminación del aire, que mata a 7 millones de personas al año, incluidos 650.000 niños. El PNUMA alerta de la importancia de reducir la quema de cultivos, principalmente en países en vías de desarrollo donde la polución atmosférica es peor, com en Mongolia o en Pakistán, y principalmente en la India.

“Mejorar la calidad del aire que respiramos es absolutamente necesario para nuestra salud y bienestar”, explica Helena Molin Valdés, jefa de la Secretaría de la Coalición de Clima y Aire Limpio del PNUMA, en declaraciones recogidas por Ágora. “También es fundamental para la seguridad alimentaria, la acción climática, la producción y el consumo responsables, y fundamental para la igualdad. De hecho, no podemos hablar de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible a menos que nos tomemos en serio la calidad del aire “.

Las partículas de PM2.5, un factor de enfermedades graves

La calidad del aire se mide por la cantidad de partículas finas presents (PM2.5). De las 30 ciudades cuyo aire es más contaminante del mundo, India aportaba 21 hace un año, según el Informe Mundial de Calidad del Aire 2019, que situaba a Ghaziabad (India), como la ciudad con mayor contaminación atmosférica en 2019 debido a sus 110,2 microgramos por metro cúbico. En España la más contaminada era Puertollano (Ciudad Real), con 17,5 microgramos por metro cúbico de media.

Junto con los incendios, quemar cultivos provoca que aparezca carbono negro, un componente de las partículas PM2.5. Tal y como informa Ecologistas en Acción, hace que aumenten enfermedades respiratorias como bronquitis y también dolencias de tipo cardiovascular, así como un creciente desarrollo del asma, ya que estas partículas, "100 % respirables", viajan "profundamente" en los pulmones depositándose en los alveolos, e incluso "pueden llegar al torrente sanguíneo".

Ágora Diario indica también que las PM2.5 "aumentan el riesgo de morir por enfermedades cardíacas y pulmonares, derrames cerebrales y algunos cánceres, lo que hace que millones de personas mueran prematuramente cada año". Informan además de que en los niños pueden causar problemas psicológicos y de comportamiento, y también se asocian con Alzheimer, Parkinson y demencia en personas mayores, lo que se une a su impacto en el calentamiento global, "de 460 a 1500 veces más fuerte que el dióxido de carbono".

Quemar cultivos es también malo para el agua

La quema agrícola reduce la retención de agua y la fertilidad del suelo entre un 25 % y un 30 %, según Ágora, lo que obliga a los productores a invertir en fertilizantes y en sistemas de riego para compensar las pérdidas. Por si fuera poco, el carbono negro también puede modificar los patrones de lluvia. Así, Pam Pearson, directora de la Iniciativa Internacional sobre el Clima de la Criosfera, señala a Ágora otras medidas más eficientes como "incorporar el rastrojo en los campos o incluso plantar directamente a través del rastrojo". Sin embargo, advierte de la importancia de educar y desarrollar las capacidades de agricultores para que cambien sus hábitos, especialmente en zonas subdesarrolladas de Asia donde quemar cultivos es una práctica masiva.

No obstante, lograrlo reduciría la contaminación del aire y podría prevenir que aumentasen las inundaciones y las sequías provocadas por el carbono negro, "que aceleran el derretimiento del hielo y los glaciares del Himalaya", según Ágora, lo que afectaría a las vidas de la población que depende de los ríos alimentados por estas montañas.

En vez de quemar estos cultivos, hay soluciones que abogan por convertir residuos de cultivos en combustibles renovables, un proyecto que, como indica Ágora, está desarrollando la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en Punjab, una región indo-pakistaní. Este ejemplo de economía circular, además de reducir la polución del aire, generaría más ingresos a los agricultores.

Reducir la contaminación del aire y el agua es tarea de todos

Aunque quemar cultivos es una práctica destinada a agricultores, hay otras muchas formas de contaminar el medio natural, bien por pequeñas acciones individuales o por grandes medidas en conjunto. Aunque son los gobiernos y empresas los que mayor aporte y trabajo deben realizar para reducir las emisiones, gestos como reciclar correctamente o usar de forma más frecuente medios de transporte sostenibles como la bicicleta son importantes para que en comunidad y a largo plazo la huella medioambiental que dejamos se reduzca en buena medida.

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