Vivir en ciudades sanas es nuestro mejor antivirus

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23/04/2020 - 16:15
Vivir en ciudades sanas es nuestro mejor antivirus.

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Debemos reflexionar conjuntamente sobre asuntos como el incremento de la masa forestal de las ciudades, capaz de producir un aire más puro; la erradicación completa del automóvil de combustión privado; y la introducción del aprovechamiento del ciclo del agua, recogida, reciclaje aguas grises, almacenamiento, diseño de fachadas captadoras de agua, etcétera.

Esta crisis sanitaria nos invita a la reflexión

Ahora es un buen momento para retomar el concepto de ciudad sana para ponerlo en marcha. Ya lo recordó el sociólogo Richard Sennett, los problemas de salud pública fueron los que hicieron repensar la ciudad, porque las enfermedades afectaban tanto a los ricos como a los pobres.

Hay mucho urbanismo que recorrer en ese sentido. Y qué mejor que después de una crisis sanitaria empezar de verdad a ponerlo en práctica.

Cambios reales con beneficios comunes a largo plazo

Mañana en el tiempo de la arquitectura y del urbanismo. A éstos no les caracteriza precisamente la inmediatez de las horas o de los días. Si esta situación engendra algún cambio en la arquitectura o en el diseño de las ciudades, la naturaleza de este cambio se asemejará a un mar de fondo de cambios lentos que nos llevarán a algún lugar dentro de una escala temporal de años.

Tras estos temas se agolpan nuevas consideraciones prácticas como el diseño de una arquitectura de terrazas y balcones, de espacios realmente vivibles en el exterior; la capacidad de transformar los terrados de las viviendas en huertos de producción a escala de barrio; o el empleo masivos de materiales de origen natural. Estrategias y acciones que van de la escala ciudad a la pequeña escala arquitectónica.

Huertos y granjas urbanas en las ciudades sanas

Los huertos urbanos y las granjas urbanas, normalmente verticales, ya se han instalado en nuestro imaginario. Pero la puesta en práctica sigue siendo marginal o voluntarista, y por tanto, poco escalable.

Aún así, ya estamos tímidamente asumiendo que la mejor dieta alimentaria es la de kilómetro 0, es decir, aquella que suma menos huella carbono. Y para hacer eso viable, hay que extender y escalar esa idea.

Aprovechar todos los espacios urbanos para plantar

Por tanto, necesitamos aprovechar todos los espacios urbanos que tengan suelo en plena tierra, en la cota 0, y crear un cultivo por invernaderos en las cubiertas de los edificios, como antes apuntaba.

Esto no va a permitir la autosuficiencia, seguramente no al 100%. Pero solamente desde una producción de proximidad, tendrá sentido que para ciertos productos tengamos que ir un poco más lejos. Los cereales, la carne, y tantos otros, no se pueden cultivar en los parques o los jardines de nuestras ciudades. Pero sí otros muchos.

Los llamados superalimentos, tales como las algas de espirulina y la chlorella, las bayas de goji, açal o de aronia, las semillas de chía y cáñamo, son concentrados de proteínas y antioxidantes, requieren extensiones pequeñas que pueden perfectamente ocupar el terrado de los edificios de oficinas y de viviendas, para ello se debería de elaborar una legislación que los permita.

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