La infancia en Gaza atrapada en una ciudad sin refugio y bajo las bombas

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09/10/2025 - 10:28
La infancia en Gaza con desnutrición

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En las calles destruidas de Ciudad de Gaza, la vida de la infancia transcurre entre el polvo y el ruido constante de los ataques. Niños descalzos empujan a sus abuelos en sillas de ruedas improvisadas, mientras otros, con miembros amputados, se abren paso entre los escombros. Las madres cargan en brazos a sus hijos, cuyas pieles están cubiertas de heridas y erupciones provocadas por la falta de higiene y las duras condiciones.

El miedo es el sonido de fondo en cada rincón. Los niños miran hacia el cielo, siguiendo con la mirada los helicópteros y drones que surcan el aire. Cada estallido los hace temblar. Y todos, sin excepción, repiten la misma pregunta: “¿A dónde puedo ir para estar a salvo?”

La respuesta, tras casi dos años de conflicto incesante, sigue siendo devastadora: a ningún sitio.

Una ciudad sin refugios seguros ni para la infancia ni para nadie

No existe un lugar seguro en la Franja de Gaza. A pesar de ello, las autoridades han ordenado a otros 200.000 civiles que abandonen la ciudad, sumándose a los más de 400.000 que ya se han visto obligados a desplazarse hacia el sur. Pero incluso esos lugares señalados como “seguros” se han convertido en nuevos escenarios de sufrimiento.

En el hospital Patient Friendly, situado en Ciudad de Gaza, los pasillos están repletos. Cada día ingresan entre 60 y 80 niños y niñas con desnutrición o enfermedades derivadas de la falta de agua limpia, comida y atención médica. En el hospital Al Helou, la Unidad de Cuidados Intensivos para recién nacidos está desbordada; la semana pasada, el centro fue bombardeado.

La lógica que rige la vida de la infancia y la adultez en Gaza se ha vuelto cruelmente contradictoria: el norte ha sido declarado “territorio hostil”, lo que convierte en sospechosos a quienes se quedan. Sin embargo, abandonar el norte no garantiza la seguridad. En el sur, las llamadas “zonas seguras” se han transformado en lugares de muerte.

Sur superpoblado y sin condiciones mínimas

Al-Mawasi, una de las áreas designadas como refugio, se ha convertido en una de las zonas más densamente pobladas del planeta. La descripción es alarmante: el 85 % de las familias vive a menos de diez metros de alcantarillas abiertas, montones de basura o agua estancada. Dos tercios no tienen acceso a jabón.

Las enfermedades se propagan con facilidad y el hambre se hace visible. Las personas que aún resisten en Ciudad de Gaza confiesan no tener dinero para desplazarse, ni tiendas donde refugiarse, y saben que el sur también es peligroso.

Los ataques aéreos continúan cayendo con una frecuencia escalofriante. Escuelas designadas como refugios temporales quedan reducidas a ruinas, y las tiendas de campaña instaladas en descampados no ofrecen protección alguna contra la metralla. A menudo, terminan envueltas en llamas tras un bombardeo.

Hospitales desbordados y madres sin descanso

En los hospitales del sur, el drama continúa. En el hospital Nasser, los pasillos están llenos de mujeres que acaban de dar a luz. Los médicos relatan que nunca habían presenciado una situación tan extrema: tres bebés prematuros comparten una sola fuente de oxígeno, turnándose para respirar cada veinte minutos.

En el suelo, una madre sostiene a su hija prematura, Nada, que pesa apenas dos kilogramos. Tras 21 días en cuidados intensivos, fue dada de alta y ahora espera en el pasillo. Otra muestra más de como la infancia es devastadora en esta zona.

Las madres llegan exhaustas tras días de desplazamiento. Algunas han sufrido abortos espontáneos durante el trayecto desde el norte. Los médicos temen la llegada temprana de virus invernales y los informes estiman que al menos mil bebés han muerto en los últimos dos años, aunque se desconoce el número real de muertes por enfermedades prevenibles.

El trabajo humanitario bajo límites imposibles

Frente a este panorama, los equipos de UNICEF y otras organizaciones humanitarias intentan sostener lo imposible. Cada día entregan alimentos terapéuticos listos para el consumo (RUTF) a bebés desnutridos, reparan redes de agua, distribuyen ayuda económica y prestan atención psicológica a familias traumatizadas.

También proporcionan equipos médicos esenciales a los hospitales y organizan la recogida de residuos para evitar brotes epidémicos. Pero la realidad es contundente: mientras existan restricciones a la entrada de ayuda humanitaria, los esfuerzos seguirán siendo insuficientes y la infancia y cualquier tipo de vida esta condenada a muerte.

La infancia como única víctima

Durante meses, los medios han escuchado una y otra vez las advertencias de UNICEF. Se ha hablado de una guerra contra la infancia, de hambruna y de brotes de enfermedades como la polio. Cada testimonio y cada cifra provienen de hechos documentados. Sin embargo, la situación actual, según los propios trabajadores humanitarios, es aún peor que en cualquier momento anterior.

Cuando la comunidad internacional normaliza este nivel de violencia y privaciones, algo se rompe en la esencia de la humanidad. El derecho internacional no se defiende con discursos, sino con la voluntad real de hacerlo cumplir.

En Gaza, cada día que pasa sin acción significa una pérdida más. Ayer, hoy y, si no cambian las cosas, también mañana, las víctimas seguirán siendo los niños y niñas palestinos.

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