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Las grandes tormentas de granizo y las tormentas eléctricas severas no solo son espectáculos naturales; son sistemas dinámicos que generan sus propios patrones de viento. Las corrientes descendentes, cargadas de precipitación fría, impactan en la superficie terrestre y se dispersan en todas direcciones, formando los llamados frentes de ráfagas. Este fenómeno contradice, en muchas ocasiones, las previsiones regionales convencionales.
El viento que rodea a una tormenta no responde necesariamente al gradiente estándar que conocemos, influido por la presión atmosférica, la fricción o el efecto Coriolis. Se trata de un viento impredecible que puede cambiar más rápido de lo que permite cualquier margen operativo. Incluso las tecnologías más avanzadas, como el radar Doppler o los sistemas de reflectividad, enfrentan limitaciones importantes para observar, y mucho menos anticipar, estas variaciones extremas a nivel local. Esta falta de previsibilidad no es un detalle académico: significa la diferencia entre tomar decisiones con información confiable o actuar por intuición cuando se trata de proteger infraestructuras de alto valor.
Infraestructura solar y agua: una alianza vulnerable
En España, la energía solar se ha convertido en un pilar para la gestión hídrica sostenible. Desde sistemas de riego alimentados por paneles solares en explotaciones agrícolas, hasta instalaciones solares flotantes en embalses y canales, el sol impulsa procesos críticos como el bombeo de agua, el tratamiento y la desalinización.
Sin embargo, esta dependencia tiene un punto débil: la vulnerabilidad de los paneles frente al clima extremo. Las granizadas pueden dañar de forma masiva la infraestructura solar que sostiene el suministro de agua. En zonas remotas, donde estos sistemas operan fuera de la red eléctrica, un fallo provocado por granizo no solo interrumpe el servicio: puede poner en riesgo calendarios de riego y operaciones estratégicas, generando consecuencias económicas y ecológicas.
Proteger estas instalaciones de energía solar ya no es opcional. La volatilidad climática y la escasez de agua obligan a priorizar estrategias de resiliencia frente a fenómenos que, hasta hace poco, parecían improbables.
¿Qué representa la mayor amenaza: viento o granizo?
Aunque el viento fuerte durante las tormentas es un factor de riesgo, los datos son contundentes: los daños estructurales severos por viento requieren ráfagas sostenidas superiores a los 160 km/h, algo menos frecuente. En cambio, el granizo no solo ocurre con mayor frecuencia, sino que genera pérdidas mucho más costosas en el caso de la energía solar.
La Evaluación de Riesgos Solares 2025 revela cifras preocupantes:
- El 73% del coste total de reclamaciones en energía solar proviene del granizo.
- La reclamación media por este fenómeno asciende a 58,4 millones de dólares.
- En 2022, las pérdidas por granizo se situaron entre 300 y 400 millones de dólares.
- Ejemplo clave: la tormenta que en 2019 afectó al proyecto solar Midway, causando entre 70 y 80 millones de dólares en daños a más de 400.000 paneles.
- Incluso regiones antes consideradas seguras, como Carolina del Norte, registran ya un 19% de los incidentes recientes por granizo.
En España, donde la energía solar crece en zonas agrícolas del centro, este y sur, esta tendencia global debe ser tomada en cuenta.
Un cambio de estrategia: del viento al granizo
A pesar de la evidencia, muchas estrategias de protección siguen priorizando la dirección del viento. Sin embargo, los avances muestran que predecir ráfagas localizadas cerca de tormentas es extremadamente complejo. La industria de la energía solar necesita mayor transparencia sobre esta limitación para enfocar recursos hacia soluciones basadas en ciencia.
Entre ellas destaca HailSens360 de KISTERS, una herramienta integral que cubre todo el ciclo del riesgo por granizo:
- Previsión hiperlocal con hasta 90 minutos de antelación.
- Sensores in situ que registran el impacto en tiempo real.
- Análisis forense posterior, esencial para reclamaciones y decisiones estratégicas.
Este enfoque no solo mejora la protección, sino que permite actuar con datos precisos cuando cada minuto cuenta.
Proteger el agua pasa por proteger el sol
En el sector de energía solar vinculado al agua, la amenaza más seria no viene del viento, sino del granizo. En un contexto de crisis hídrica y transición energética, priorizar la resiliencia frente a este riesgo no es un gasto: es una inversión estratégica. Si algo queda claro, es que ante la duda, la protección debe enfocarse en el granizo, no en el viento.
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