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En un planeta con capacidad suficiente para alimentar a toda su población, la cifra de más de 670 millones de personas que sufren hambre crónica en 2025 es una mancha inaceptable en la conciencia global. Lejos de reducirse, el problema del hambre y la inseguridad alimentaria ha empeorado en los últimos años, alejándonos peligrosamente del objetivo de Hambre Cero de la Agenda 2030 de la ONU. Esta crisis multifacética no es un problema de escasez de alimentos, sino de acceso, distribución y resiliencia de los sistemas alimentarios frente a un cúmulo de desafíos interconectados que Naciones Unidas ha identificado repetidamente.
Este reportaje analiza las causas profundas y complejas que perpetúan el hambre a esta escala masiva: desde los conflictos armados y el devastador impacto del cambio climático, hasta las desigualdades económicas y la falta de financiación para la ayuda humanitaria. También se exploran las posibles soluciones y la urgencia de una acción coordinada para revertir esta tendencia antes de que el coste humano sea irreversible.
Las raíces del hambre crónica no son un problema de producción
La paradoja del hambre en el siglo XXI es que no se debe a una falta de alimentos a nivel global. El mundo produce calorías suficientes para alimentar a 8.000 millones de personas. El problema radica en:
- Conflictos armados y desplazamiento: Las guerras y los conflictos son, de lejos, el principal motor del hambre. Destruyen cosechas, infraestructuras, cadenas de suministro, obligan a millones de personas a huir de sus hogares y perturban la actividad agrícola. En 2025, conflictos como los de Gaza, Sudán, Ucrania o la inestabilidad en la región del Sahel siguen dejando a millones de personas al borde de la inanición.
- Crisis climática y fenómenos meteorológicos extremos: El cambio climático no es una amenaza futura, es una realidad devastadora. Sequías prolongadas (como las del Cuerno de África), inundaciones (Pakistán), tormentas y olas de calor extremas destruyen cultivos, agotan los recursos hídricos y diezman el ganado, afectando desproporcionadamente a los agricultores de subsistencia, que son los más vulnerables.
- Desigualdad económica y pobreza extrema: Millones de personas no tienen ingresos suficientes para comprar alimentos, incluso cuando están disponibles en los mercados. La pobreza es una trampa de la que es difícil escapar, y el hambre es tanto una causa como una consecuencia de esta.
- Sistemas alimentarios rotos y disfuncionales: Los sistemas actuales a menudo no son resilientes ni equitativos. La especulación alimentaria, las interrupciones en las cadenas de suministro (acentuadas por pandemias o conflictos), la pérdida y el desperdicio de alimentos a gran escala, y la falta de apoyo a la agricultura local y sostenible, contribuyen al problema.
- Inflación y volatilidad de precios: El aumento descontrolado de los precios de los alimentos, los fertilizantes y el combustible ha hecho que la comida sea inasequible para muchas familias, incluso en países con economías aparentemente estables.
- Gobiernos ineficaces y corrupción: La falta de gobernanza, la corrupción y la inestabilidad política impiden la implementación de políticas agrícolas y sociales efectivas para proteger a los más vulnerables.
- Acceso limitado a servicios básicos: La falta de acceso a agua limpia, saneamiento, salud y educación agrava la malnutrición y la vulnerabilidad de las poblaciones.
El ODS Hambre Cero se aleja
Las agencias de la ONU, incluyendo el Programa Mundial de Alimentos (PMA), la FAO, UNICEF y el FIDA, han advertido repetidamente que el mundo no solo no está en camino de alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 2, "Hambre Cero", para 2030, sino que está retrocediendo.
El aumento de 670 millones de personas que sufren hambre crónica en 2025 representa un incremento significativo respecto a años anteriores y un paso atrás alarmante. Esto no incluye a los millones adicionales que sufren inseguridad alimentaria moderada, donde el acceso a alimentos nutritivos es incierto. La malnutrición, especialmente en niños, tiene consecuencias a largo plazo en el desarrollo físico y cognitivo, perpetuando el ciclo de la pobreza y el hambre.
Impacto global y estabilidad regional
El hambre crónica no es solo un problema humanitario; tiene implicaciones profundas para la paz y la seguridad global. Las poblaciones hambrientas son más susceptibles a la radicalización, la migración forzada y la desestabilización política.
Las regiones más afectadas siguen siendo el Cuerno de África, el Sahel, Oriente Medio y algunas zonas de Asia. La interconexión de las crisis (conflicto genera desplazamiento, que genera hambre, que genera más conflicto) crea un círculo vicioso del que es extremadamente difícil escapar sin una intervención externa masiva y sostenida.
Soluciones urgentes
Revertir la tendencia del hambre crónica requiere un compromiso global sin precedentes y un enfoque multifacético que aborde las causas profundas:
- Paz y resolución de conflictos: La prioridad número uno es poner fin a los conflictos y proteger a los civiles. La diplomacia, la mediación y el mantenimiento de la paz son esenciales.
- Acción climática y resiliencia: Invertir en adaptación al cambio climático, desarrollar sistemas agrícolas resilientes, mejorar la gestión del agua y apoyar a los pequeños agricultores con semillas resistentes a la sequía y técnicas sostenibles.
- Inversión en agricultura sostenible: Fomentar prácticas agrícolas que protejan el medio ambiente, mejoren la productividad y aseguren ingresos justos para los agricultores, especialmente mujeres.
- Sistemas de protección social: Implementar redes de seguridad social (transferencias monetarias, programas de alimentación escolar) para proteger a los más vulnerables de los choques económicos y climáticos.
- Transformación de los sistemas alimentarios: Reformar la cadena de suministro para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos, promover dietas saludables y asegurar una distribución equitativa.
- Financiación humanitaria y para el desarrollo: Aumentar significativamente la financiación para la ayuda de emergencia, pero también para programas de desarrollo a largo plazo que construyan resiliencia y auto-suficiencia.
- Gobernanza y transparencia: Fortalecer las instituciones democráticas, combatir la corrupción y garantizar la rendición de cuentas para que los recursos lleguen a quienes los necesitan.
En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados y la riqueza se concentra en unas pocas manos, la persistencia de esta tragedia es una prueba irrefutable de un sistema global profundamente injusto.
Los expertos y las organizaciones humanitarias son claros: el hambre no es inevitable. Es el resultado de decisiones políticas, económicas y medioambientales. La inacción es una elección, y sus consecuencias son la muerte y el sufrimiento de millones. Es imperativo que los líderes mundiales pasen de las promesas vacías a acciones concretas, coordinadas y ambiciosas. La solidaridad no puede ser un gesto; debe ser la base de una estrategia global. Solo así podremos mirar a las futuras generaciones con la certeza de que, frente a la abundancia, elegimos la justicia. La erradicación del hambre crónica no es solo un objetivo humanitario; es el pilar fundamental para la paz y la estabilidad de todo el planeta.
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