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En 1956, una joven canadiense de 23 años llamada Anne Innis Dagg desafió las convenciones de su época y viajó sola a Sudáfrica para estudiar jirafas en su hábitat natural. Fue la primera investigadora occidental en hacerlo, abriendo camino tanto en la ciencia de la conservación como en la igualdad de género en la academia. Una lucha y un trabajo que hoy ha dado forma al programa GIRAFFE.
Durante su estancia, Dagg realizó una observación que, aunque sencilla, resultó revolucionaria: cada jirafa posee un patrón de manchas único, tan individual como una huella dactilar. Este hallazgo permitió a los científicos identificar y seguir a jirafas específicas a lo largo del tiempo, sentando las bases para estudios de comportamiento, demografía y conservación de la especie.
Décadas después, la situación de las jirafas en África es crítica. En Tanzania, su población ha caído más del 50 % en los últimos 30 años, principalmente por la caza furtiva, que afecta sobre todo a las hembras adultas, la pérdida y fragmentación del hábitat y el cambio climático. Estos factores han dejado a las poblaciones vulnerables y aisladas, y la especie figura en la lista de animales en peligro de extinción. Para revertir esta tendencia, los conservacionistas necesitan información precisa sobre tasas de supervivencia, rutas migratorias, patrones reproductivos y amenazas específicas. Sin embargo, recopilar y analizar estos datos siempre ha sido una tarea ardua y manual, que consume mucho tiempo y recursos.
GIRAFFE: la inteligencia artificial al servicio de la conservación
Aquí entra en juego la inteligencia artificial. Inspirados por el descubrimiento de Dagg, Microsoft, en colaboración con el Wild Nature Institute, ha desarrollado GIRAFFE (Reidentificación generalizada basada en imágenes mediante IA para la extracción de características de fauna), una herramienta de código abierto que representa un salto tecnológico en la conservación animal. GIRAFFE utiliza visión por computadora para identificar jirafas individuales a partir de fotografías de sus patrones de manchas, automatizando el proceso de reconocimiento con una precisión superior al 90 %, alcanzando el 99 % en muchos casos.
La herramienta está diseñada para ser rápida, escalable y accesible: permite a científicos y técnicos de campo cargar imágenes, recibir sugerencias automáticas de identificación y actualizar catálogos en cuestión de minutos, en vez de días. Cada fotografía, usualmente del lado derecho del animal, que funciona como su “tarjeta de identificación”, se compara con una base de datos y se asigna a una jirafa específica o se marca para revisión experta. En estudios de campo, donde se pueden generar más de 1,500 imágenes por campaña, GIRAFFE convierte una tarea titánica en un flujo de trabajo eficiente y ágil.
Impacto y potencial más allá de las jirafas
El impacto de GIRAFFE ya es tangible: permite a los conservacionistas rastrear miles de jirafas, entender mejor su distribución, supervivencia y amenazas, y diseñar estrategias de protección más efectivas. Como señalan Derek Lee y Monica Bond del Wild Nature Institute, “el software de coincidencia de patrones y la visión por computadora nos han permitido ahora realizar un seguimiento de miles de jirafas individuales. Esto forma la base de todos nuestros datos para comprender dónde les va bien y, si no es así, por qué, y así desarrollar acciones de conservación efectivas”.
Además, la arquitectura de GIRAFFE es adaptable a otras especies con patrones visuales distintivos, como cebras, tigres o tiburones ballena, multiplicando su potencial para la conservación global.
Un futuro para las jirafas y la biodiversidad
La colaboración entre la ciencia, la tecnología y organizaciones como el Wild Nature Institute y el Proyecto de Conservación de la Jirafa Masai demuestra que la innovación puede ser aliada de la naturaleza.
Aunque la IA no resolverá por sí sola todos los desafíos, en manos de expertos comprometidos puede marcar la diferencia para especies emblemáticas como la jirafa, como ocurre con el programa GIRAFFE. Así, el legado de Anne Innis Dagg sigue vivo, asegurando que los mamíferos terrestres más altos del planeta sigan teniendo un lugar donde existir
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