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Cuando vemos a un atleta paralímpico en la cima de un podio, la narrativa que construimos es casi automática: es la encarnación de la superación, un "superhéroe" que ha vencido a la adversidad a través de una fuerza de voluntad sobrehumana. Admiramos su fortaleza física, su resiliencia ante un accidente o una condición de nacimiento, y aplaudimos su capacidad para convertir una limitación en una medalla. Sin embargo, detrás de esa imagen pública, a menudo se esconde una batalla igual de dura, pero mucho más silenciosa e invisible: la batalla por la salud mental.
En el deporte de élite, la presión es brutal para cualquiera. Pero para los atletas paralímpicos, a esta se le suman una serie de desafíos únicos que hacen que el cuidado del bienestar emocional no sea un complemento, sino una necesidad de supervivencia. Hablar de ello ha sido, durante mucho tiempo, un tabú. Afortunadamente, esa barrera también está empezando a romperse.
La pesada carga de ser un "ejemplo de superación"
Uno de los mayores factores de estrés para un deportista paralímpico es, paradójicamente, la propia admiración que genera. La sociedad los eleva a la categoría de "ejemplos de vida", les cuelga la etiqueta de "inspiración" y espera de ellos una sonrisa y una actitud positiva constantes.
"Es una carga enorme", explica un psicólogo deportivo que trabaja con el equipo paralímpico. "Se les niega el derecho a tener un mal día, a quejarse, a sentir frustración. Si un atleta olímpico pierde y golpea una raqueta, se ve como un gesto de rabia competitiva. Si lo hace un paralímpico, corre el riesgo de ser percibido como 'ingrato' o de no valorar la oportunidad que tiene. Se les exige ser permanentemente resilientes, y eso es agotador".
Esta presión por encarnar un ideal de superación constante puede generar una profunda disonancia. Muchos atletas confiesan sentir el "síndrome del impostor", la sensación de que no están a la altura de la imagen heroica que se proyecta sobre ellos. Reconocer que sufren problemas de salud mental como ansiedad o que la presión les supera se convierte en un tabú, por miedo a defraudar esas expectativas.
La doble batalla: frustración deportiva y desafíos cotidianos
Un atleta de élite gestiona la frustración a diario: una mala marca, una lesión, una derrota inesperada. Para un atleta paralímpico, esta frustración se suma a los desafíos que su discapacidad le impone en su vida cotidiana, fuera de la pista o la piscina. Es una doble batalla.
Además, el sistema de competición paralímpico tiene sus propias fuentes de estrés:
- La clasificación de la discapacidad: Los atletas deben someterse a revisiones periódicas para determinar su "clase" o categoría de competición. La incertidumbre de si una reclasificación puede dejarte fuera de juego o ponerte a competir con atletas con una menor afectación es una fuente de ansiedad y problemas de salud mental constante.
- La desigualdad de recursos: A pesar de los avances, la financiación, los patrocinios y la visibilidad mediática del deporte paralímpico siguen estando a años luz de los del deporte olímpico. Muchos atletas compaginan el alto rendimiento con trabajos o estudios, con un esfuerzo titánico.
"La gente ve la medalla, pero no ve las horas de rehabilitación, la lucha por conseguir una prótesis que funcione, las barreras arquitectónicas que te encuentras cada día o la frustración de que una competición importante no sea retransmitida por televisión", podría testificar un atleta.
Las herramientas por la salud mental para el bienestar emocional
Afortunadamente, la conversación sobre la salud mental ha llegado para quedarse en el deporte de élite, y el movimiento paralímpico no es una excepción. Cada vez son más los atletas que hablan abiertamente de sus problemas de ansiedad o depresión, y las federaciones y comités, como el Comité Paralímpico Español, están implementando programas de apoyo psicológico como una parte esencial de la preparación.
- El psicólogo deportivo: Se ha convertido en una figura clave en el equipo multidisciplinar. Trabaja con los atletas para dotarles de herramientas para gestionar la presión, visualizar el éxito, controlar la ansiedad precompetitiva y manejar la frustración tras una derrota.
- Técnicas de mindfulness y relajación: La meditación y las técnicas de respiración se están integrando en las rutinas de entrenamiento como una forma de calmar la mente y mejorar la concentración.
- El poder del equipo: El apoyo entre compañeros es fundamental. Compartir experiencias con otros atletas que entienden perfectamente los desafíos únicos a los que se enfrentan crea una red de seguridad emocional insustituible.
La verdadera superación no consiste en no caer nunca, sino en saber levantarse. Y para ello, a veces se necesita ayuda. Reconocer la vulnerabilidad, pedir apoyo psicológico y cuidar la salud mental con el mismo rigor que se cuida el cuerpo no es un signo de debilidad. Es, quizás, el mayor acto de fortaleza de estos atletas extraordinarios.
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