Aumentar la vegetación urbana un 30 % reduciría un tercio de las muertes por calor extremo

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04/09/2025 - 17:00
Rama de un árbol

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Las olas de calor ya no son un fenómeno excepcional del verano; se han convertido en una constante cada vez más frecuente, intensa y letal. En el epicentro de esta emergencia climática se encuentran las grandes ciudades, auténticas trampas de calor que amplifican los efectos de las altas temperaturas. En este contexto, un estudio reciente ha puesto cifras a una solución tan sencilla como poderosa: aumentar la cobertura de vegetación urbana en un 30 % podría llegar a reducir hasta un tercio de las muertes directamente relacionadas con el calor extremo.

Este hallazgo, de un impacto inmenso para la salud pública, refuerza una idea fundamental: la planificación urbana sostenible no es una cuestión estética o medioambiental, es una herramienta de prevención sanitaria de primer orden. Los árboles, los parques y los jardines han dejado de ser un simple adorno para convertirse en una infraestructura crítica para la supervivencia de nuestras ciudades en un planeta que se calienta.

Las islas de calor urbano: por qué tu ciudad es más cálida que el campo

Cualquiera que haya salido del asfalto de una gran ciudad hacia una zona rural en un día de verano ha experimentado en su propia piel el fenómeno de la "isla de calor urbano". Las ciudades pueden llegar a registrar temperaturas varios grados más altas que su entorno natural circundante. Esta diferencia no es casual; es el resultado directo del modelo urbanístico que hemos desarrollado durante el último siglo.

El asfalto de las calles, el hormigón de los edificios y los tejados oscuros son materiales que absorben y retienen la radiación solar de forma masiva durante el día, liberándola lentamente por la noche. Esto impide que la ciudad se enfríe, creando un efecto "horno" que agrava la duración y la intensidad de las olas de calor. A esto se suma la falta de vegetación urbana, que actuaría como un sistema de refrigeración natural.

Los colectivos más vulnerables son quienes pagan el precio más alto de este sobrecalentamiento. Las personas mayores, los niños pequeños, las personas con enfermedades cardiovasculares o respiratorias y los trabajadores al aire libre son las principales víctimas de los golpes de calor, la deshidratación y el agravamiento de sus patologías crónicas. La falta de espacios verdes no es, por tanto, un problema democrático; afecta de forma desproporcionada a quienes tienen menos recursos para protegerse.

Ciudades más verdes, ciudades más resilientes

La propuesta de aumentar en un 30 % la vegetación urbana no es un objetivo caprichoso, sino una meta basada en la evidencia científica de sus múltiples beneficios.

  • Refrigeración natural (Evapotranspiración): Los árboles actúan como aparatos de aire acondicionado naturales. A través de la evapotranspiración, liberan vapor de agua a la atmósfera, un proceso que enfría activamente el aire circundante. Además, su sombra puede reducir la temperatura de las superficies (asfalto, fachadas) entre 10 y 20 grados, disminuyendo la cantidad de calor que se acumula en la ciudad.
  • Mejora de la calidad del aire: La vegetación urbana es un filtro natural muy eficaz. Las hojas de los árboles capturan partículas contaminantes en suspensión (como las PM2.5, las más peligrosas para la salud) y absorben gases como el dióxido de nitrógeno (NO₂) o el ozono troposférico, mejorando drásticamente la calidad del aire que respiramos.
  • Bienestar físico y mental: Numerosos estudios han demostrado que el contacto con la naturaleza, incluso en pequeños parques urbanos, reduce los niveles de estrés y ansiedad, fomenta la actividad física y mejora la cohesión social, al crear espacios de encuentro para los vecinos.
  • Fomento de la biodiversidad: Los parques, los alcorques y hasta los jardines verticales se convierten en pequeños refugios para la fauna urbana, como aves e insectos polinizadores, que son esenciales para la salud de los ecosistemas.

Del hormigón al bosque urbano, ciudades que ya lideran el cambio

La renaturalización de las ciudades ya no es una utopía, y hay ejemplos exitosos en todo el mundo. París, con su ambicioso "plan árbol", busca plantar miles de árboles y crear "bosques urbanos" en plazas que antes eran de asfalto. Melbourne, en Australia, ha implementado una estrategia para aumentar su cubierta vegetal que ha logrado reducir significativamente las temperaturas. En España, ciudades como Madrid, con proyectos como el Bosque Metropolitano, o Barcelona, con la supermanzanas, están ampliando sus zonas verdes como una respuesta directa al calentamiento global. La clave de estas iniciativas es entender que la vegetación urbana debe ser tratada como una infraestructura esencial, al mismo nivel que la red de saneamiento o el transporte público.

El estudio es claro: si las ciudades europeas alcanzaran ese objetivo del 30 % de cobertura vegetal, podrían evitarse miles de muertes prematuras cada año durante los meses de verano. Esta cifra convierte a la inversión en vegetación urbana en una de las políticas de salud pública más rentables y eficaces que existen. En la lucha contra el cambio climático, nuestras ciudades no pueden ser solo parte del problema; deben ser parte de la solución. Y para ello, no hay nada más revolucionario que devolverle a la naturaleza el espacio que un día le robamos. La vegetación urbana es una gran aliada.

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