Lectura fácil
Un reciente estudio científico liderado por el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) confirma que la presencia humana ejerce una influencia “decisiva” sobre los hábitos de las nutrias (Lutra lutra) en ecosistemas fluviales españoles. En particular, los resultados apuntan a que estos animales modifican su actividad diaria en respuesta a la presión humana, volviéndose más nocturnas en ríos donde la intervención humana es mayor. Esta adaptación comportamental tiene implicaciones ecológicas que aún están por explorar.
Durante un lapso de dos años, los investigadores aplicaron la técnica del fototrampeo para obtener datos sobre la actividad de estos animales. En doce ríos distribuidos en las comunidades autónomas de Asturias, León y Madrid, se recogieron 6.935 grabaciones mediante cámaras automáticas. A partir de ese material, se identificaron y analizaron más de mil registros de nutrias.
Los tramos fluviales elegidos correspondían a zonas intermedias, y se seleccionaron altitudes variadas: entre 200 y 1.000 metros para Asturias y León, y entre 600 y 1.200 metros en la zona de Madrid. Esta selección buscaba controlar efectos altitudinales y ofrecer comparaciones entre ríos bajo diferentes grados de presión humana.
El objetivo fue analizar cómo diferentes factores de alteración en el entorno como infraestructuras, agricultura, pesca, uso humano del entorno fluvial, se asocian con variaciones en los patrones temporales de actividad de las nutrias.
Principales hallazgos: nocturnidad de las nutrias inducida por el ser humano
Uno de los resultados más notables es que en ríos con mayor presencia humana, especialmente durante la temporada de pesca, estos animales reducen notablemente su actividad diurna y se desplazan hacia hábitos más nocturnos. En otras palabras, evitan operar durante horas del día para reducir el riesgo de interacción con personas o perturbaciones causadas por actividades humanas.
Según Vincenzo Penteriani, investigador principal del MNCN e impulsor del estudio: “La presión humana se refleja en el hábitat de las nutrias a través de las infraestructuras que rodean los ríos, la agricultura y la pesca. Nuestras grabaciones nos han permitido comprobar cómo la presencia de personas durante la temporada de pesca provoca que estas especies se vuelvan más nocturnas.”
No obstante, el efecto no se observa de modo uniforme. En ríos más anchos y con abundante vegetación ribereña, la especie tiende a mostrar más confianza, lo que les permite disminuir su actividad estrictamente nocturna. La hipótesis es que la cobertura vegetal les ofrece refugio suficiente para sentirse relativamente seguras incluso en momentos de menor oscuridad. En esos ambientes más “protegidos”, su horario de actividad se acerca más al crepúsculo (amaecer y anochecer) que a la pura nocturnidad.
El estudio también apunta que sus momentos de mayor actividad coinciden con el alba o el crepúsculo. Esta pauta coincide con lo que se conoce como comportamiento “crepuscular”, habitual en muchas especies que necesitan equilibrar el acceso al alimento con el riesgo de exposición.
Comparación con otros estudios y contexto ecológico
Los hábitos nocturnos o crepusculares de las nutrias no son completamente novedosos como fenómeno. En investigaciones previas con las especies europeas en Portugal se había observado preferencia por horarios con escasa luz. Asimismo, en especies americanas también se han descrito adaptaciones similares al uso del horario crepuscular o nocturno.
Lo que esta nueva investigación aporta es evidencia concreta de que el comportamiento humano se ha convertido en un factor modulador clave del patrón horario de actividad de la especie en el paisaje europeo. En palabras de los autores: ese ajuste comportamental hacia la nocturnidad está impulsado por las presiones antropogénicas locales.
No obstante, los autores admiten que aún quedan incógnitas importantes: no se sabe del todo cómo estos cambios en el horario de actividad pueden afectar a la dieta, al uso del espacio, al éxito reproductivo o al rendimiento demográfico de la población. En última instancia, estos factores pueden tener consecuencias sobre la conservación de la especie.
En general, los herbívoros, depredadores o especies semiacuáticas como las nutrias muestran una plasticidad conductual que les permite ajustar su comportamiento a las perturbaciones humanas. Pero esa flexibilidad tiene límites: cambios drásticos en disponibilidad de recursos o fragmentación del hábitat pueden superar la capacidad de adaptación.
Instituciones colaboradoras
El estudio fue coordinado por el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), con la participación del Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (IMIB) del CSIC, así como de la Universidad de Oviedo. Además intervinieron investigadores y centros de la Universidad de Granada, la Universidad Autónoma de Madrid, la Universidad La Sapienza de Roma (Italia) y la Universidad Tecnológica de Puebla (México), entre otras entidades nacionales e internacionales.
Esta colaboración multidisciplinar e interinstitucional refuerza la solidez del diseño metodológico y aporta comparabilidad entre regiones con diferentes niveles de presión humana.
Implicaciones para la conservación y retos futuros
Los resultados del estudio subrayan que incluso especies emblemáticas y bien estudiadas como la nutria siguen ajustándose activamente al impacto humano, adaptando su comportamiento para mitigar riesgos. Pero esa adaptación puede implicar costes indirectos: si las nutrias operan en horarios menos favorables, podrían acceder a menos presas, sufrir más competencia o exponerse a otros riesgos (depredadores nocturnos, menor eficiencia alimentaria).
Una de las grandes preguntas que quedan por responder es si estos cambios cronológicos producen efectos en cascada sobre la supervivencia y persistencia poblacional. Por ejemplo:
- Dieta: cambiar de horario puede implicar acceso a presas diferentes, de menor calidad o con menor abundancia en esas horas.
- Uso del territorio: la distribución espacial de la actividad puede implicar que ciertos tramos del río queden subutilizados.
- Éxito reproductivo: el estrés o menor eficiencia alimentaria pueden repercutir en la capacidad reproductiva y el cuidado de crías.
- Interacciones ecológicas: el cambio en el horario de actividad puede modificar las relaciones con otros depredadores, competidores o presas.
Desde una perspectiva de conservación, estos hallazgos llaman a que las estrategias de protección fluvial contemplen no solo la calidad del agua o la conectividad, sino también la minimización de perturbaciones humanas en momentos sensibles del ciclo diario de las especies. Por ejemplo, limitar el acceso humano en horas crepusculares o nocturnas, regular actividades de pesca recreativa, o preservar corredores ribereños con cobertura vegetal adecuada.
Añadir nuevo comentario