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Recibir la noticia de que tu hijo recién nacido tiene una discapacidad o una enfermedad rara es un terremoto emocional que sacude los cimientos de cualquier familia. A la alegría del nacimiento se suma un torbellino de incertidumbre, miedo y una avalancha de nuevas responsabilidades. En ese torbellino, el tiempo se convierte en el bien más preciado: tiempo para asimilar, para aprender, para iniciar un maratón de citas médicas y para, simplemente, estar. En este contexto, el Gobierno ha aprobado una nueva medida: la ampliación en dos semanas del permiso para padres de niños con discapacidad recién nacidos.
La noticia ha sido recibida por las familias y las asociaciones del sector, como el CERMI, con una mezcla de gratitud y realismo. Es, sin duda, un paso en la buena dirección, un "alivio" que reconoce una realidad evidente: las necesidades de estas familias son diferentes y requieren un apoyo inicial mayor. Sin embargo, ese alivio viene acompañado de un "pero" unánime y contundente: es profundamente "insuficiente".
Un respiro en el huracán: el valor de 14 días en el permiso para padres de niños con discapacidad
Para entender el valor de esta medida, hay que ponerse en la piel de unos padres que acaban de recibir un diagnóstico inesperado. Esas dos semanas adicionales de permiso para padres de niños con discapacidad no son unas vacaciones. Son 14 días cruciales para poder empezar a navegar un océano de burocracia y cuidados para el que nadie está preparado.
Son días para poder acudir juntos a las primeras consultas con especialistas (neurólogos, cardiólogos, genetistas), para iniciar los trámites del reconocimiento de la discapacidad y la solicitud de las ayudas a la dependencia, y para empezar a informarse sobre los centros de atención temprana. Son, en definitiva, un pequeño colchón de tiempo que permite a ambos progenitores afrontar unidos el shock inicial sin la presión añadida de tener que reincorporarse al trabajo de inmediato. Desde esta perspectiva, la medida de ampliación de este permiso para padres de niños con discapacidad es un avance social necesario y un gesto de sensibilidad por parte de la administración.
La realidad después del nuevo permiso supone una maratón de fondo
El problema de fondo, y la razón por la que el calificativo "insuficiente" resuena con tanta fuerza, es que el cuidado de un hijo con discapacidad no es un sprint de unas pocas semanas, sino una maratón de fondo que dura toda la vida. Las dos semanas adicionales de permiso para padres de niños con discapacidad son un parche que cubre la herida inicial, pero que no soluciona los desafíos estructurales que empiezan justo después.
- La odisea de la Atención Temprana: El acceso a los servicios de atención temprana (fisioterapia, logopedia, estimulación) es vital en los primeros años de vida. Sin embargo, las listas de espera en el sistema público pueden ser de meses, obligando a las familias a costear carísimas terapias privadas para no perder un tiempo de desarrollo que es oro.
- La conciliación real, una utopía: Una vez agotado el permiso, la verdadera carrera de obstáculos de la conciliación no ha hecho más que empezar. Las citas médicas no entienden de horarios laborales, las terapias son semanales y las necesidades de cuidado son constantes. La falta de flexibilidad real en las empresas y de mecanismos de apoyo público obliga, en la inmensa mayoría de los casos, a que uno de los progenitores (mayoritariamente la madre) tenga que solicitar reducciones de jornada, excedencias o incluso abandonar su carrera profesional, con el consiguiente impacto económico y personal.
- Una carga burocrática incesante: La gestión de la dependencia es un laberinto de papeleo, solicitudes y renovaciones que consume una cantidad ingente de tiempo y energía.
¿Qué se necesita de verdad? Una mirada a largo plazo
Las asociaciones de familias lo tienen claro. Agradecen el gesto de las dos semanas, pero sus demandas van mucho más allá. Piden un cambio de paradigma, una red de apoyo que acompañe a la familia no solo en el momento del nacimiento, sino a lo largo de todo el ciclo vital.
Lo cierto es que, teniendo un hijo con discapacidad, yo hubiese agradecido poder beneficiarme de este permiso para padres de niños con discapacidad para poder realizar todo el papeleo que conlleva. Aunque eso sí, lo primero de todo, lo que más hubiese agradecido es que si hubiesen diagnosticado a mi hijo nada más nacer, seguramente estaría mucho mejor de su enfermedad habiendo recibido atención médica al instante (lo más importante de todo fue este punto, quizás ahora no tendría el 80 % de su nervio óptico dañado). Quizás las familias y mujeres embarazadas, necesiten más atención.
Las propuestas incluyen la creación de una prestación económica específica para cuidados desde el momento del diagnóstico, la agilización radical de las listas de espera en atención temprana, la promoción de permisos y excedencias especiales con mayores coberturas para poder atender las necesidades médicas y terapéuticas, y un mayor fomento de la flexibilidad y el teletrabajo en las empresas.
En definitiva, las dos semanas adicionales de permiso para padres de niños con discapacidad son un reconocimiento simbólico de una realidad diferente, pero no una solución a los problemas reales. Es un primer paso que debe servir como impulso para abordar el verdadero debate: cómo construir una sociedad que ofrezca un apoyo real, sostenido y estructural a las familias que se enfrentan al reto y al regalo de criar a un hijo con discapacidad.
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