Somalia se muere de hambre en medio de un clima extremo y una guerra interminable

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11/02/2023 - 08:00
Mujeres en Somalia

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Más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza en Somalia. Oxfam Intermón denuncia que uno de cada cinco niños en el país podría enfrentar formas mortales de desnutrición si no se toman medidas inmediatas.

El gran reto de las organizaciones internacionales es esquivar el conflicto y la inseguridad. No es fácil salir de esta zona verde. El norte de la capital es un polvorín y la gente más afectada se encuentra en las zonas más rurales del país, las zonas más inestables. Una población que depende principalmente del ganado se está quedando sin su principal sustento. Muchas familias caminan días y días para llegar a un campo de personas desplazadas como el de Baidoa en busca de la asistencia que brindan las oenegés. 

La falta de interés por los juegos es una de las señales que delatan a un niño desnutrido. La cinta métrica que le ajustan al brazo, un instrumento que los sanitarios utilizan para detectar la desnutrición en los niños, confirma lo que ya anunciaban sus párpados medio caídos y su inexpresividad desarmante. Desnutrición grave.

La ONU calcula que, para este verano, habrá 1,8 millones de niños menores de cinco años con desnutrición grave en Somalia

La ONU calcula que, para este verano, habrá 1,8 millones de niños menores de cinco años con desnutrición grave. En 2011 Somalia sufrió la que se considera la peor hambruna que ha habido en el mundo en lo que va de siglo XXI. Murieron 260.000 personas. En aquella ocasión, fueron solo tres las temporadas de lluvia fallidas.

El agua no llega

Somalia tiene dos temporadas de lluvias al año y, en una sociedad en la que impera la economía agrícola de subsistencia, miles de hogares se ven empujados al límite si el agua no llega. Sucede que las últimas cinco temporadas de lluvia han fallado. Y nadie espera mucho tampoco de la próxima.

Al menos 3,8 millones de somalíes han abandonado sus casas y muchos se hacinan en campos de desplazados como los cinco que han brotado alrededor de Dolow.

Los expertos tienen claro que la situación es consecuencia del cambio climático

La ciencia demuestra que las sequías y otros fenómenos extremos, como las lluvias torrenciales, son ahora más frecuentes. El ciclo de desastres se acorta. Efectos del calentamiento global. Un fenómeno, producido por las emisiones de los países desarrollados, que se ceba con Somalia pese a que el país tiene poca responsabilidad: apenas genera tantas emisiones de CO₂ como Andorra.

La falta de lluvias golpea con dureza a otros países del cuerno de África, como Kenia o Etiopía. El hambre se extiende debido a la sequía, combinada con otros factores globales, entre ellos los problemas de suministros derivados de la pandemia de covid-19 y el encarecimiento de los alimentos y los combustibles por la guerra de Ucrania. Pero en Somalia entra en juego un factor adicional que dispara el potencial destructivo de la crisis: el conflicto armado que devora al país.

La población somalí ha olvidado el significado de la paz

La inestabilidad crónica y la inseguridad, además de la desidia internacional, dificultan cualquier respuesta humanitaria. Los 17 millones de habitantes de Somalia llevan décadas padeciendo guerras civiles y gobiernos frágiles, apoyados por la Unión Africana y por Estados Unidos, que intenta que el país no se convierta en un fortín terrorista. Un clima de inestabilidad que ha sabido explotar Al Shabab, una de las ramas más activas y fuertes de Al Qaeda. La elección de un nuevo presidente el año pasado creó un clima de frágil esperanza al que han seguido importantes victorias de las fuerzas gubernamentales. Pero los milicianos de Al Shabab, ahora aún más impredecibles por sentirse acorralados, continúan sembrando el terror en la capital y aún controlan amplias zonas rurales, donde cobran impuestos a los empobrecidos granjeros, reclutan a sus niños y hasta, en un alarde de crueldad desquiciada, envenenan sus pozos de agua.

Incluso en Dolow, zona controlada por las fuerzas del Gobierno, relativamente segura por su cercanía a la frontera etíope y donde los expertos en seguridad señalan que las incursiones de los terroristas de Al Shabab no suelen producirse a menos de 35 kilómetros de distancia, los reporteros y los cooperantes se mueven en vehículos escoltados por rancheras con cuatro hombres armados con ametralladoras. Con las carreteras infestadas de yihadistas, la logística de transportar ayuda humanitaria por tierra se complica.

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