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En los últimos años, la salud mental de adolescentes y jóvenes ha comenzado a ocupar un lugar prioritario en el debate público, en especial tras la crisis global causada por la pandemia del coronavirus.
Nuevos estudios apuntan a que, además de factores tradicionales como la presión académica, el desempleo juvenil o el aislamiento social, existe un elemento emergente que influye negativamente en el bienestar emocional de los jóvenes: la ansiedad provocada por el cambio climático.
Un fenómeno global con impacto en millones de jóvenes y su salud mental
Una investigación publicada recientemente en la prestigiosa revista médica británica The Lancet pone de manifiesto la magnitud del problema de la salud mental juvenil. El estudio, realizado a escala mundial, estima que para el año 2030 más de la mitad de los 2.000 millones de adolescentes y jóvenes que habitarán el planeta estarán afectados por enfermedades crónicas como la obesidad, así como por trastornos mentales, entre ellos la depresión y la angustia. Un dato especialmente alarmante es que una parte significativa de estos trastornos estaría directamente relacionada con el miedo al deterioro ambiental y al futuro del planeta.
Este fenómeno que afecta de lleno a la salud mental juvenil, denominado "ecoansiedad", se ha convertido en una preocupación legítima para muchos jóvenes. El temor a un futuro marcado por desastres naturales, escasez de recursos y pérdida de biodiversidad genera un sentimiento de impotencia que, en algunos casos, llega a afectar gravemente la salud emocional.
La juventud europea y su preocupación por el medio ambiente
La tendencia no se limita a una región específica. La reciente Encuesta sobre Juventud del Eurobarómetro, publicada por el Parlamento Europeo, revela que el medio ambiente se ha posicionado entre las principales inquietudes de los jóvenes en la Unión Europea, influyendo en su salud mental. Esta generación, más informada y conectada que nunca, reconoce la urgencia del problema y reclama acciones concretas para frenar el calentamiento global y proteger el planeta.
En este contexto, ciertos países se destacan por su compromiso real con el medio ambiente, ofreciendo a los jóvenes un ejemplo de que un futuro más sostenible es posible. Uno de los casos más inspiradores es el de Suecia. Este país nórdico ha logrado combinar crecimiento económico con una notable reducción en sus emisiones contaminantes.
Desde 1990, Suecia ha disminuido sus emisiones en aproximadamente un 30 %, al mismo tiempo que ha incrementado su Producto Interno Bruto (PIB) en un 86 %. Esta evolución muestra que es posible alcanzar un desarrollo económico sostenible sin comprometer el medio ambiente.
En 2024, el 99 % de la electricidad generada en el país provino de fuentes no fósiles, de las cuales el 70 % eran energías renovables. Esta impresionante cifra se complementa con otro dato: el 97 % de la calefacción, en un país con inviernos especialmente fríos, se produce a partir de energías renovables.
Políticas públicas para una transición verde
Suecia no solo ha avanzado gracias a su sociedad concienciada, sino también gracias a políticas públicas decididas. En 2022, el Gobierno sueco presentó una estrategia nacional para la electrificación industrial. Esta iniciativa, dotada con 8 millones de euros, contempla 67 medidas específicas destinadas a facilitar la transición energética de sectores clave como la industria y el transporte, responsables de dos tercios de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Con estas acciones, Suecia busca alcanzar ambiciosos objetivos climáticos al tiempo que reduce la ansiedad ecológica de las nuevas generaciones y cuida de su salud mental, mostrándoles que es posible actuar de forma eficaz frente a la crisis climática.
La relación entre el cambio climático y la salud mental de los jóvenes es una realidad que requiere atención urgente. Las instituciones y gobiernos deben actuar con decisión no solo para mitigar los efectos del calentamiento global, sino también para ofrecer a las nuevas generaciones motivos de esperanza. Ejemplos como el de Suecia demuestran que un modelo de desarrollo sostenible es factible y que la acción climática puede ser una poderosa herramienta para cuidar tanto del planeta como del bienestar emocional de quienes lo habitarán en el futuro.
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