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Cuando pensamos en un bosque, nuestra mente viaja automáticamente a la Amazonia, a los pinares del norte de Europa o a las selvas tropicales. Visualizamos árboles, madera y hojas. Sin embargo, bajo la superficie de los océanos, existen ecosistemas igual de complejos, antiguos y vitales que no están formados por plantas, sino por animales. Son los llamados bosques animales marinos (BAM). A pesar de su importancia crítica, han permanecido en un segundo plano en la agenda conservacionista global. Esta invisibilidad ha terminado. Según informa la agencia Servimedia, más de 50 científicos de todo el mundo han alzado la voz al unísono para urgir a gobiernos y organismos internacionales a proteger estos hábitats antes de que sea demasiado tarde.
El llamamiento no es una simple sugerencia académica, es una alerta roja. Estos expertos, procedentes de instituciones de investigación punteras, advierten que la degradación de estos bosques sumergidos avanza a un ritmo alarmante. La pérdida de estos ecosistemas no solo supone la desaparición de especies bellas y extrañas, sino el colapso de funciones ecológicas de las que depende la salud del planeta y, en última instancia, la economía humana.
Arquitectos del fondo marino y más que simples corales
Para entender la urgencia, primero hay que entender qué se está perdiendo. Los bosques animales marinos están compuestos por organismos filtradores como esponjas, gorgonias, corales duros y blandos, o briozoos. A diferencia de las algas (que son plantas), estos seres son animales que, al crecer, crean estructuras tridimensionales complejas sobre el lecho marino.
Actúan como los "ingenieros" del ecosistema. Al elevarse sobre el fondo, modifican las corrientes, atrapan nutrientes y, lo más importante, crean refugio. Tal y como un pájaro anida en un roble, miles de especies de peces, crustáceos y moluscos utilizan estos bosques animales como guardería, despensa y escondite frente a los depredadores. Sin la estructura física que proporcionan las gorgonias o las esponjas, la biodiversidad marina se desploma. El manifiesto científico subraya que la protección de los bosques animales marinos es la forma más eficiente de garantizar la sostenibilidad de los stocks pesqueros, ya que muchas especies comerciales dependen de ellos en alguna etapa de su ciclo vital.
Del arrastre a la "fiebre" del océano
La fragilidad de estos ecosistemas radica en su ritmo de vida. Muchos de estos "animales-planta" son extremadamente longevos (algunos corales y esponjas viven cientos o miles de años) pero tienen un crecimiento lentísimo. Esto significa que el daño causado en unos minutos puede tardar siglos en repararse, si es que llega a hacerlo.
Los científicos identifican dos grandes enemigos. El primero es la acción humana directa, principalmente a través de la pesca de arrastre de fondo, que actúa como una apisonadora arrasando estas estructuras delicadas, y la minería submarina. El segundo es el cambio climático. El calentamiento de las aguas y la acidificación del océano están provocando blanqueamientos masivos, enfermedades y la muerte de organismos que no pueden adaptarse a cambios tan rápidos. Además, la contaminación por plásticos y sedimentos asfixia a estos filtradores. La combinación de impacto físico y estrés térmico está empujando a los bosques animales marinos hacia un punto de no retorno en muchas regiones del planeta.
Un servicio invisible: secuestro de carbono y futuro
Más allá de la biodiversidad, los expertos destacan un argumento climático de peso: el papel de los bosques animales marinos en el ciclo del carbono. Al igual que los árboles terrestres, los organismos marinos fijan carbono en sus esqueletos y tejidos. Cuando mueren y se depositan en el fondo, ese carbono queda "secuestrado" durante milenios, ayudando a mitigar el efecto invernadero. Destruirlos no solo elimina un sumidero de CO2, sino que puede liberar el carbono almacenado.
El grupo de más de 50 investigadores insta a implementar políticas de conservación específicas. No basta con trazar líneas en un mapa; se necesita gestionar las áreas marinas protegidas de forma efectiva, prohibiendo actividades destructivas en las zonas donde prosperan estos bosques. También reclaman más inversión en cartografiado, ya que gran parte de estos ecosistemas, especialmente los que se encuentran a mayor profundidad (mesofóticos y profundos), siguen siendo grandes desconocidos.
Proteger los bosques animales marinos es proteger el sistema inmunológico del océano. La ciencia ha hablado claro: no podemos permitirnos talar la selva sumergida sin esperar consecuencias devastadoras en la superficie.
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