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UNRWA: "Las personas en Gaza no están vivas ni muertas, son cadáveres andantes"

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15/09/2025 - 07:56
Niños de Gaza esperan con la esperanza de recibir alimentos

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En Madrid, durante la última etapa de la Vuelta a España (domingo 14 de septiembre de 2025), manifestantes pro-Palestina interrumpieron la carrera al bloquear varios tramos del recorrido, especialmente entrando al centro de la ciudad.  

  • Se llegó a suspender la etapa final. La carrera se detuvo abruptamente cuando faltaban aproximadamente 56 kilómetros para la meta. Se canceló también la ceremonia del podio.  
  • Se estima que unas 100.000 personas participaron en la protesta en Madrid.  
  • Hubo enfrentamientos con la policía. Se informan 22 agentes heridos y al menos dos manifestantes detenidos.  
  • También se bloquearon otros momentos de la Vuelta días previos, como la penúltima etapa, donde manifestantes se sentaron en la carretera, lo que obligó a modificar el trazado.  

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, expresó su respeto por los manifestantes y dijo que entiende la movilización pro-Palestina.  

La oposición (PP, Vox) lo criticó duramente, acusando al Gobierno de alentar o permitir estas protestas, de generar un “ridículo internacional” y de comprometer la seguridad del evento.  

"Las personas en Gaza no están vivas ni muertas, son cadáveres andantes". Con esta crudeza desoladora, un alto cargo de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) ha descrito la situación que se vive en la Franja de Gaza. La frase, lejos de ser una hipérbole retórica, es la constatación clínica de una catástrofe humanitaria sin precedentes, donde las condiciones de vida han colapsado hasta un punto en que la supervivencia biológica ya no equivale a estar vivo.

Este testimonio no es un hecho aislado. Se suma a las innumerables advertencias de organizaciones internacionales que describen un escenario apocalíptico tras meses de conflicto y bloqueo. La afirmación de la UNRWA es un grito desesperado ante la comunidad internacional, un intento de poner en palabras lo indecible: la aniquilación sistemática de la dignidad, la esperanza y el futuro de más de dos millones de personas. Pero, ¿qué significa realmente ser un "cadáver andante" en el contexto?

El colapso de la supervivencia: hambre, sed y enfermedad en Gaza

La primera dimensión de esta realidad es la puramente física. Un ser humano necesita comida, agua y atención médica para vivir. En Gaza, estos tres pilares han sido demolidos. Según los últimos informes del Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Clasificación Integrada de la Fase de Seguridad Alimentaria (CIF), la práctica totalidad de la población se enfrenta a niveles críticos de inseguridad alimentaria. La hambruna, más que un riesgo, es una realidad instalada en el norte de la Franja.

Ser un "cadáver andante" es pasar los días buscando desesperadamente algo que llevarse a la boca, es ver cómo tus hijos sufren de desnutrición aguda con secuelas que arrastrarán toda su vida. Es beber agua contaminada de pozos salinos o directamente de charcos, sabiendo que es un billete casi seguro para contraer cólera, disentería u otras enfermedades infecciosas.

A esto se suma el colapso total del sistema sanitario. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha documentado cientos de ataques contra hospitales, ambulancias y personal médico. Los pocos hospitales que siguen parcialmente operativos funcionan sin electricidad, sin anestesia, sin antibióticos y sin el material más básico. Un herido en un bombardeo, un enfermo de cáncer o un diabético que necesita insulina se enfrentan a una sentencia de muerte lenta y agónica. La vida biológica se aferra, pero sin las condiciones mínimas para sostenerla.

El paisaje de la desesperanza, la muerte psicológica y social

La segunda dimensión es, si cabe, más profunda: la muerte del espíritu. Ser un "cadáver andante" es haber perdido a decenas de familiares, haber visto tu casa, tu barrio y tu ciudad convertidos en un amasijo de escombros y polvo. Es vivir hacinado en un refugio improvisado o en una tienda de campaña, sin intimidad, sin higiene y sin ninguna certeza sobre el mañana.

El trauma psicológico es una pandemia silenciosa que afecta a toda la población. Los psicólogos y trabajadores de la salud mental describen cuadros de estrés postraumático masivo, depresión profunda y una disociación emocional como mecanismo de defensa. Los niños han dejado de llorar o jugar; muchos presentan el "síndrome del niño sacudido", en un estado de shock permanente. Han perdido su presente y, con la destrucción de más del 80 % de las escuelas y todas las universidades, también han perdido su futuro.

Esta muerte psicológica se ve agravada por la pérdida de la estructura social. Se han destruido los lazos comunitarios, los rituales culturales y religiosos, y la rutina que da sentido a la vida. En este contexto, la labor de la UNRWA se revela como el último hilo de humanidad. Sus escuelas, ahora refugios, y sus trabajadores, que siguen distribuyendo la poca ayuda que entra, son el último bastión contra el colapso total de la sociedad.

Un testimonio ante el mundo

La declaración de la UNRWA no es solo una descripción, es una acusación y un llamamiento. Es una acusación velada a una comunidad internacional que ha sido incapaz de imponer un alto el fuego duradero y de garantizar la entrada masiva y segura de ayuda humanitaria. Los convoyes de alimentos y medicinas son bloqueados o atacados, y los trabajadores humanitarios son asesinados, en una flagrante violación del derecho internacional humanitario.

El llamamiento es claro y urgente en Gaza. Se necesita una acción política decisiva para imponer un alto el fuego inmediato y permanente. Se debe forzar la apertura de todos los pasos fronterizos para permitir una avalancha de ayuda humanitaria que revierta la hambruna y surta los hospitales. Pero la ayuda, por sí sola, ya no es suficiente.

La frase "cadáveres andantes" nos obliga a mirar más allá. Nos dice que el objetivo ya no puede ser solo mantener a la gente con vida, sino devolverles una vida digna de ser vivida. Esto implica el inicio de una monumental tarea de reconstrucción, no solo de edificios, sino del tejido social, de la salud mental y, sobre todo, de la esperanza. Cualquier cosa que no sea eso, será simplemente gestionar un cementerio al aire libre.

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