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Desde tiempos remotos, los seres humanos han observado el comportamiento de los animales antes de desastres naturales. Crónicas chinas de hace más de dos mil años ya mencionaban a serpientes y ranas que huían de sus madrigueras antes de un temblor. En 373 a. C., los historiadores griegos relataron que ratones, comadrejas y escarabajos abandonaron la ciudad de Helike pocos días antes de que un fuerte terremoto la destruyera.
Estos relatos alimentaron la idea de que los animales poseen una sensibilidad especial ante fenómenos geológicos. Sin embargo, que un comportamiento extraño coincida con un terremoto no significa necesariamente que exista una relación causal. La ciencia moderna ha tratado de comprobar esta conexión durante décadas, pero los resultados siguen siendo ambiguos.
Qué dice la ciencia: sin pruebas sólidas de predicción anticipada
Los principales organismos científicos, como el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) y el Instituto Geográfico Nacional (IGN) de España, coinciden en que no existen pruebas concluyentes de que los animales puedan predecir terremotos con horas o días de anticipación.
Lo que sí parece plausible, según los estudios revisados, es que algunas especies detecten señales físicas muy tempranas, como las ondas sísmicas P, que son las primeras que se propagan tras una ruptura en la corteza terrestre. Estas ondas llegan unos segundos antes de las más destructivas, las ondas S. En ese corto intervalo, ciertas especies podrían percibir vibraciones o cambios en la presión del suelo, reaccionando con inquietud, ladridos o movimientos bruscos justo antes del temblor.
Por tanto, si se observa un comportamiento alterado en la fauna instantes previos a un sismo, no se trata de una predicción real, sino de una reacción inmediata a señales físicas que preceden al movimiento principal.
El papel del sesgo de confirmación
Una de las razones por las que esta creencia persiste es el llamado sesgo de confirmación: la tendencia humana a recordar los casos que coinciden con nuestras expectativas y olvidar los que no.
En zonas propensas a los terremotos, es común que los animales tengan comportamientos extraños por múltiples causas: cambios de temperatura, ruidos, presencia de depredadores o estrés ambiental. Pero cuando se produce un temblor, la memoria humana selecciona los episodios que parecen relacionados, reforzando la idea de una “predicción”.
Revisiones científicas, como las publicadas en Frontiers in Earth Science y Journal of Geophysical Research, destacan que la mayoría de los informes de animales que “predicen” terremotos son retrospectivos, es decir, se recopilan después del evento, sin controles experimentales ni registros previos que permitan comprobar la relación.
Investigaciones actuales: señales prometedoras pero preliminares
Aun así, la investigación continúa. En los últimos años, algunos equipos científicos han instalado sensores y cámaras en granjas y reservas naturales para registrar el comportamiento animal de forma continua.
Un estudio del Max Planck Institute of Animal Behavior, publicado en 2020, observó que cierta fauna de granja, como vacas, ovejas y perros, aumentaban su nivel de actividad horas antes de algunos terremotos de baja magnitud en Italia. Los investigadores sugirieron que podrían estar reaccionando a cambios en el campo eléctrico o en la liberación de gases del subsuelo, aunque también advirtieron que el contagio social entre los propios animales podría explicar parte de las reacciones observadas.
Estos resultados son interesantes pero preliminares, y no permiten hablar de un sistema de predicción fiable. La ciencia aún no ha identificado un mecanismo físico claro que explique cómo o por qué detectarían un sismo antes de que las ondas sísmicas se propaguen.
La verdadera alerta temprana: los sismógrafos
Hoy en día, la alerta sísmica más eficaz no proviene de los animales, sino de la instrumentación científica. Los sistemas de alerta temprana, como los operados por el USGS en Estados Unidos, SASSLA en México o ShakeAlert, detectan en tiempo real las primeras ondas del terremoto y pueden enviar avisos a la población en cuestión de segundos, antes de que lleguen las sacudidas fuertes.
Estos segundos son cruciales: permiten detener trenes, cerrar válvulas de gas o buscar refugio, salvando vidas y reduciendo daños. Ningún comportamiento animal, por ahora, ofrece una ventaja comparable ni una fiabilidad científica similar.
La fauna pueden reaccionar segundos antes de un terremoto, probablemente al percibir vibraciones o cambios físicos en el entorno. Pero no pueden predecir estos fenómenos con antelación de horas o días.
Las observaciones anecdóticas son valiosas como punto de partida, pero la ciencia necesita datos controlados y reproducibles para confirmar cualquier patrón. Mientras tanto, la mejor protección sigue estando en la tecnología y la preparación humana, no en los instintos animales.
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