Los profesionales humanitarios han tenido que vencer su propio miedo al coronavirus

EmailFacebookTwitterLinkedinPinterest
31/08/2020 - 14:39
Los profesionales humanitarios han tenido que vencer su propio miedo al coronavirus.

Lectura fácil

Los equipos en terreno de la organización Acción contra el Hambre han tenido que vencer su propio miedo al coronavirus para seguir ayudando y han enfocado sus esfuerzos en detener los contagios en las comunidades y hacer llegar alimentos para quienes el confinamiento ha supuesto una pérdida de sus medios de vida.

Mientras que todos estaban en casa, los profesionales humanitarios trabajaban

Según reconoce la organización, los más de 6000 profesionales humanitarios de Acción contra el Hambre en 50 países lo tuvieron claro desde el primer momento, pese a que esto chocase frontalmente con el “todo el mundo en casa” decretado en cadena en un gran número de países desde el 14 de marzo.

En muy poco tiempo pudieron adaptar al teletrabajo toda su labor de apoyo y gestión de proyectos, pero ¿qué pasa con quienes siguen siendo necesarios en primera línea de frente, conocidos como frontliners?

"Muchas personas seguían necesitándonos y no podían permitirse esta espera”

“No poder llegar a las comunidades durante las dos semanas de cierre absoluto ha sido lo más duro con diferencia. Nunca nos había pasado y sabíamos que nos estaban esperando, que muchas personas seguían necesitándonos y simplemente no podían permitirse esta espera”, explica desde Guatemala Jessica Coronado, coordinadora de nutrición y salud en el país.

Su compañera de equipo, Johana Chacón, añade que “poder al fin llegar de nuevo y ver la expresión de quienes nos habían estado esperando fue un verdadero alivio”.

“Tuvimos que asimilar muy rápido la nueva situación"

Los profesionales de Acción contra el Hambre coinciden en señalar que, además de la capacidad logística, la rápida adaptación al cambio y la capacidad de trabajar bajo una enorme presión adquirida en otras emergencias eran los principales activos con los que afrontaron esta pandemia.

“Tuvimos que asimilar muy rápido la nueva situación, entender que no era una epidemia más, que estaba pasando en muchos países del mundo a la vez y que no tenía precedentes”, explica Aurora Egea la coordinadora de agua y saneamiento en Latinoamérica.

“Creo que lo más duro ha sido el miedo a contagiarme"

“Creo que lo más duro ha sido el miedo a contagiarme, o a que alguien de mi equipo se contagiase”, apunta Javier Yesid Velandia Leal, coordinador logista en Colombia, quien recuerda como el momento más difícil “cuando tuve que subirme a un avión para ir al Amazonas, donde los casos de COVID-19 incrementaban a gran velocidad, una zona del país que no conocía, con un equipo de trabajo que no conocía y con el riesgo latente a ser contagiado, dejando atrás a mi familia”.

Pero Javier era consciente de la importancia de su labor en primera línea. “La logística no se detiene, de nosotros depende que todos nuestros compañeros tengan lo necesario para hacer su trabajo, es una cadena”, reconoce.

Un retraso en una entrega puede significar que un niño se queden un día sin comer

Su compañero de misión, Luis Fernando Ramírez destaca la importancia de contar con experiencia en emergencias anteriores. “Para trabajar contra el reloj tienes que ser muy consciente de que un retraso en una entrega puede significar que un niño o una niña se queden un día sin comer”, señala.

La coordinadora de recursos humanos de Mauritania, Caroline Legat, recuerda como momento crítico cuando se anunció el cierre inminente de fronteras internas en el país y gran parte del equipo tuvo que decidir en un momento si seguir trabajando en zonas remotas o tratar de volver a casa con su familia.

El compromiso humanitario de la organización

“Esto supuso una importante carga de estrés psicológico: estar lejos de tu familia en un momento como aquel y seguir volcado con la población es algo que solo se puede gestionar con un fuerte compromiso humanitario", apunta.

Desde Liberia, Kebbeh Franklin, coordinadora de programas destaca que no solo había que hacer frente al miedo propio: “fue un golpe durísimo ver cómo las madres con niñas y niños desnutridos dejaron de venir a los centros de salud por miedo al contagio, algo que puede tener consecuencias letales en muchos países de África.

Muchos pensaban que la COVID-19 era una enfermedad de personas blancas

Los equipos de Acción contra el Hambre también han trabajado contra los mitos y la desinformación. “Entre una gran parte de la población se creía que la COVID-19 era una enfermedad solo de las personas blancas, no eran conscientes del peligro”, añade.

Ndery Gueye, jefe de proyecto, señala desde Mauritania que el momento más gratificante fue “el día en el que sentimos que el miedo desaparecía por los dos lados – humanitarios y beneficiarios- y entendimos que se podía seguir trabajando y salvando vidas con ciertas medidas de distancia y prevención.

Añadir nuevo comentario